EDH-Los parqueos: una necesidad social

 Javier Tobar Rodríguez.01 de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.

Para nadie resulta extraño el aumento del parque vehicular experimentado en nuestra sociedad durante estos últimos quince años. Su incremento provoca efectos en muchos ámbitos de nuestra vida en sociedad.

Las facilidades para la adquisición de un automotor, la necesidad para desplazarse con mayor velocidad que antes a razón del aumento de las exigencias actuales, la visión individualista de la vida y la ineficiencia del transporte público, son algunas de las razones que amplificaron su número.

Afecta negativamente la armonía del conjunto arquitectónico de nuestras antiguas ciudades, diseñadas con calles angostas y dispuestas para ser transitadas por caballos o a pie. Sin embargo, ahora, se ven abarrotadas por mercados y ve- hículos aparcados por doquier (ej. Cojutepeque).

Su carencia alienta la aplicación de "la ley del más fuerte", v.gr. se dice que durante las vacaciones de agosto, la Asamblea acaparó más espacio del parqueo que venía siendo usado por empleados de la Procuraduría General de la República, de la Corte Suprema de Justicia, de otras entidades de gobierno y usuarios de sus servicios, quienes resultaron sorpresivamente afectados por esa decisión.

Quizá por primera vez en nuestra vida colectiva veamos un mayor número de personas adultas mayores, con capacidades visuales y motrices disminuidas frente a un volante. ¿Qué hacer? ¿Apartarse ante su proximidad e inminente colisión a causa de su falta de reflejos? ¿Será necesario dejarles un espacio reservado en los centros comerciales, como ocurre con las embarazadas?

Desde el plano espiritual, la paciencia es quizá la virtud que más debemos potenciar en los conductores. Observe bien que cada vez que conduzca por nuestras calles sobre la innumerable cantidad de ocasiones en que se activa el claxon. En verdad, la bocina es uno de los tantos instrumentos que el conductor no necesita usar habitualmente. Por favor, eduquémonos, no pitemos. El medio ambiente y la salud mental se lo agradecerán.

Vista la necesidad de parqueos, el ingenio empresarial y el Estado como orquestador del orden, la vida social y la economía, deberían de edificar estratégicamente centros de parqueos con varios niveles y cobrar por su uso.

La exigencia de su construcción masificada en cada ciudad o centro de operaciones (cerca de oficinas gubernamentales y mercados), evitaría que las calles se congestionen, sería un sustituto del parquímetro, que parece que nunca sirvió. A causa de su edificación, se incentivaría el mercado de la construcción, más obreros tendrían empleos; a causa de su administración, más empleos formales se proporcionarían, más tributos fiscalizables podrían obtener los gobernantes. Se disminuiría el riesgo de asaltos y daños que ocasiona el estacionamiento de autos en las calles. Habría ciudades más ordenadas.

Tal como ocurre en otras ciudades extranjeras, el tráfico vehicular no debería ser permitido cerca de parques, edificios y otros lugares históricos. Por lo que los parqueos deberían ubicarse fuera del perímetro de protección de los mismos. En ese sentido, los parqueos deben ir acorde con la imagen turística de nuestras ciudades. Lo anterior ocasionaría un cambio en el ritmo de vida: nos obligaría a caminar para trasladarnos de un lugar a otro, en vez de ser dependientes del vehículo. Tendríamos oasis territoriales lejos de la contaminación acústica y atmosférica. Aunque inicialmente, la implementación de la idea no sería muy popular.

Lo anterior requiere una regulación legal para asegurar que su prestación se verifique en condiciones de seguridad y obtener más tributos.

Sea a instancia meramente privada, el Estado en conjunción con las alcaldías o con empresarios, podrían invertir en este tipo de soluciones. Su uso sería obligatorio, por cuya contravención, la multa debería ser drástica y ejemplarizante. En fin, debemos ordenar nuestras urbes.

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