Escrito por Francisco Serrano.30 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica.
fserrano7@gmail.com
Los ríos que nacen y salen del parque nacional El Imposible tienen su cabecera en un área de bosque natural en regeneración. Esto ha permitido recuperar en forma lenta pero segura una calidad del agua y estabilidad ecológica que no tiene igual en toda la costa de El Salvador. Por tanto, varios de ellos empiezan a mostrar poblaciones viables de mucha fauna acuática ya inexistente o muy reducida en el resto del país. Sumado a su caudal sostenido y comunicación continua con esteros y costa durante todo el año, esto ha conllevado a una actividad reproductiva, migratoria, alimenticia y poblacional que mejora año con año, mostrando impactantes aunque incipientes recuperaciones de camarones, cangrejos, plateadas, butes, jutes, ilamas, filines y hasta el sagrado y espectacular tepemechín.
En un parque nacional, esta fauna acuática es a su vez de importancia crítica cuando el alimento escasea, sobre todo en la segunda mitad de la estación seca. Martines pescadores, varias especies de gavilanes, mapaches, pezotes, zorrillos lomo blanco, perros de agua y hasta tigrillos han sido observando buscando peces, moluscos y crustáceos “atrapados” en pozas de agua de menor flujo de agua. Los chillidos y gritazones de estos animales en la noche mientras se alimentan, festejan y juguetean pueden alarmar al incauto y desconocedor. Pero esta recuperación está siendo duramente golpeada por uno de los vejámenes más serios que puede sufrir un parque nacional: la pesca con venenos fuertes.
Tanto en el interior del parque como en zonas aledañas (en la llamada “zona de amortiguación”), llegan algunos en forma muy furtiva, generalmente de noche y sobre todo en la estación seca, con ojos alertas por si pueden ser detectados por o delatados a las autoridades. Aplican el veneno en un punto estratégica, esperan unos 15 a 30 minutos, y bajan rápidamente a “recoger su botín”. Aun con tan poco tiempo, camarones y cangrejos de todo tamaño están buscando con desesperación las aguas menos profundas en busca de oxígeno, algunas veces incluso saliendo a la arena en su afán de escapar del veneno. Dada la altísima toxicidad del veneno generalmente utilizado, el efecto es fácilmente perceptible por distancias de uno a tres kilómetros o más.
Pocos perciben los otros impactos de estas prácticas. Miles de larvas y alevines muertos, desapercibidos, desaprovechados. Animales carnívoros –los de mayor tamaño, menor población y por tanto mayor vulnerabilidad– se sorprenden de la cantidad de “alimento fácil” en las riberas del río, dejado en la prisa por recoger y salir rápido. La creciente concentración de estos venenos en sus cuerpos es natural, tóxica y con frecuencia letal. Ante la pobreza de la vigilancia nocturna en el parque durante estos años recientes, esta actividad se ha incrementado, y no es secreto alguno quiénes son los principales practicantes de ella. Pobres los de Cara Sucia, Sonsonate y demás que consumen en inocencia estos “productos frescos”. Pobres de los que llegan al parque con la esperanza de ver vida animal. Pero más pobres las víctimas directas de tan infeliz práctica.
Aunque son unos pocos los que mantienen esta práctica, el impacto es enorme. Uno en particular puede correr como liebre por el bosque y escapar en forma asombrosa. Curiosamente, algunas veces al ser denunciados, han veneneado los ríos que pasan por las propiedades de los denunciantes sin que se recoja camarón o animal alguno. ¿Cómo supieron? ¿Advertencia de quien manda en El Imposible?
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