A finales de los años sesenta se podía afirmar que la productividad de la mano de obra salvadoreña ocupaba un primer lugar en Centroamérica. Un estudio realizado por el suscrito y presentado como trabajo de graduación en 1968 para optar al grado de licenciado de la casi extinta carrera de Ciencias Económicas en el país aglutinó información suficiente para corroborar ese hecho. Fue necesario obtener información de los diversos organismos regionales y nacionales. También se reelaboró información con el objeto de adecuarla al objetivo perseguido. Cada egresado trabajaba en su propio trabajo, que nunca lo identificamos como tesis para no llamarnos al engaño. Implicaba esfuerzos, pero no llegaron a reunir las condiciones de aporte a la ciencia.
Escrito por Rafael Rodríguez Loucel.29 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica.
La información demostró el supuesto de la laboriosidad del salvadoreño en su propio terruño, en la construcción del Canal de Panamá y en Estados Unidos. La “cachada” era permitida y el salvadoreño se rebuscaba para ganarse la vida en una forma honrada. En el parque Libertad se aglutinaban trabajadores especialistas (carpinteros, albañiles, fontaneros, pintores, etc.) y honrados, que se podían llevar a casa los fines de semana. Al margen, siempre ha habido gente emprendedora (buenos empresarios) creativos y no dependientes de “un buen gobierno”. Pero volviendo al obrero, hoy en día lo que uno puede recoger en la calle son “hace lo todo”, con el agravante de ser amigos de lo ajeno.
¿Qué pasó? Se terminó el empuje de los guanacos. Presunciones: el conflicto bélico, las remesas, las inclemencias del clima. ¡Vaya usted a saber! El caso es que el país produce menos, vende menos al exterior, debe más, consume más, ahorra e invierte menos, y el pequeño país de la eterna sonrisa se acabó. Pasaron gobiernos con partidos políticos que detentaron el poder tres años y hasta cuatro, circunstancia que era una fortaleza en potencia, pero que no fue aprovechada para concebir un Plan de Nación concertado, como lo han sabido hacer otros países pequeños. Hoy en día, económicamente grandes, a pesar de la crisis internacional.
¿Qué pasó? Será que los políticos, que han secuestrado al país, no han hecho su tarea y la corrupción como mal endémico nos atrapó y nos volvimos improductivos, no competitivos, esperando regalías de un gobierno simpático con más impuestos o con más deuda externa, una reactivación verdadera de la crisis de EUA para que ya no regresen salvadoreños y se incrementen las remesas y seguir viviendo de la caridad, recibiendo el pescado en lugar de aprender a pescar. ¿Y si llegase a producirse una doble caída de la economía de Estados Unidos u otro terremoto? Solo Dios podrá protegernos. ¿Qué le pasó a la banca? ¡Se vendió! o será que ya no hay proyectos productivos y rentables y es más atractivo el negocio de las tarjetas de crédito. ¿Quién está fallando, el prestamista o el prestatario? La banca nunca presta filantrópicamente, tiene que haber una inversión rentable de por medio y una buena garantía. ¿Será que solo la intermediación comercial es rentable en este país? Se proliferan los centros comerciales para vender productos importados, y la agricultura y la manufactura ¡pues ahí están!, sobreviviendo me decía un empresario, y la migración del campo a la ciudad continúa en una urbanización galopante, desordenada y asfixiante.
Empecemos a construir un nuevo El Salvador. Se piden soluciones. “Unas atrevidas”, hagamos del país un paraíso fiscal para la inversión extranjera. A lo Hong Kong, a lo Singapur, a lo Panamá. Para mientras construyamos un auténtico modelo de desarrollo con la tecnología propia incorporada. En el corto plazo también nos vendría bien programas masivos: de educación, restauración de valores y capacitación técnica.
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