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2010/10/27

LPG-Desalojo de ventas y Universidad Tecnológica

 Escrito por Ivo Príamo Alvarenga.27 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica. 
ipalvarenga@telemovil.net

Algunos atribuyen al genio empresarial de Mauricio Loucel, rector de la Universidad Tecnológica, el haberla ubicado donde se encuentra. En efecto cuenta con un “campus” sin límites donde expandirse, a base de comprar edificios adyacentes, cuya adquisición parece más económica y práctica que construirlos. Ninguna universidad tiene calles internas cuyo mantenimiento está a cargo de otros, alcaldía o MOP, donde hay una densa circulación de vehículos de transporte público, gran comodidad para los estudiantes, factor que ha contribuido con la calidad del centro de estudios a su rápido crecimiento. Esas calles le dan también amplios espacios de parqueo gratuitos, sin perjuicio de que la institución ha debido habilitar algunos.

La parte principal del campus de la UTEC está en la calle Arce, que con la avenida Roosevelt eran en un tiempo las arterias más bellas y señoriales de San Salvador, flanqueadas por casas estupendas, con hermosos arriates en el centro. En la primera, la Universidad debió derribar al menos tes mansiones, dos de ellas en estado ruinoso, incluyendo la que fue embajada de Estados Unidos, y una bien conservada, también lastimosamente destruida. Como contrapartida, la Universidad ha conservado en la misma vía, dos joyas arquitectónicas. Una es la casa Ávila Agacio donde estuvo la rectoría, hoy sede del Museo Antropológico. Otra es Villa Fermina, en la que ahora funciona la dirección de maestrías, construida ahí por los años 30 por don Mauricio Meardi, quien la llamó con el título que en su Italia de origen se da a una casa señorial, “vil-la”, y el de su esposa Fermina. El nombre original, en letras de cemento, conservadas gracias a Dios y a un loable restaurador, se lee encima del rótulo que anuncia la actual ocupación del edificio.

Los sui géneris predios de la Tecnológica alojan servicios en cantidad que en vano aspiraría a igualar otra universidad, salvo talvez la UCA que se anexa varias calles de la colonia Jardines de Guadalupe. Esos servicios son de fotocopias y otras reproducciones, ventas de libros y artículos de oficina, cafetines y... ventas de comida. Muchas de estas se alojan en locales de los edificios circundantes, pero otras están en las aceras.

Es de imaginar que el cúmulo de microempresas, incluyendo algunas medianas y pocas grandes, prestan valiosa utilidad al “demos universitario” como en mi tiempo se llamaba al conjunto de autoridades, profesores, alumnos y empleados.

Pero el ojo implacable de la alcaldía se ha posado en ellas y ya soplan los vientos de fronda de los desalojos. Si los negocios de las aceras benefician a su pueblo, es necesario que la rectoría, o sean el rector Loucel y el rector adjunto López Nuila, pongan a trabajar su poderosa creatividad y sus profundos sentimientos humanitarios, para que promuevan una solución distinta a las brutales destrucciones de las pobres edificaciones y el no menos brutal corte de sus trabajos a los humildes negociantes. Todo para que el problema rápidamente reaparezca en el mismo o distinto lugar, como lo demuestran la lógica y los experimentos de decenios.

He dicho numerosas veces que si los mercados populares de quitaypon, que aparecen y desaparecen en el mismo día, al estilo europeo, son impracticables entre nosotros, es indispensable inventar una solución justa, decorosa, práctica y permanente. Se podría pensar en puestos de venta construidos con materiales homogéneos, decorativos, en dimensiones que no estorben el paso por las aceras y la calle, proporcionados a precio y condiciones cómodos por la alcaldía o los comercios e instituciones interesados.

Desalojo de ventas y Universidad Tecnológica

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