Carlos Girón S.28 de Octubre. Tomado de Diario Co Latino.
La gente que piensa se queda boquiabierta al ver cómo las autoridades y entes encargados de
garantizar la vida y seguridad de los habitantes de este país, toman el rábano por las hojas cuando diseñan las estrategias para combatir y contrarrestar las acciones del crimen en todas sus formas. Como médicos inexpertos, de mala praxis, no atacan las causas de la enfermedad, sino su manifestación. Es esa la razón del fracaso de las batidas de las “manos duras y superduras”, cuyo resultado pareció ser al revés, el recrudecimiento e intensificación de la criminalidad.
Se diría que los estrategas de esa lucha anti-crimen no quieren ver el verdadero origen, la causa real de ese mal que de manera devastadora diezma a diario a la población salvadoreña. Se recurre a meros slogans como ese de la Municipalidad capitalina de “Un San Salvador sin armas”, “Veda a las armas por tanto o cuanto tiempo”, y otros, mientras el cáncer sigue gestándose y extendiéndose a partir de las células-madres.
¿Dónde están esas células-madres? Pues, primero, en el cine y la televisión, y segundo, en la proliferación y libre venta de toda clase de armas, aquí y allá, bastando un permiso policial que, complacientemente extiende la misma Policía, para que cualquiera ande armado, es decir, con intenciones de usarla… y herir o matar a alguien. Porque quien gasta en comprar una pistola no es precisamente con santas intenciones. No hay tales de que es para defensa personal. Quien no la debe, no la teme. Por eso es ridículo ver que haya un cuerpo policial especial –que va a nuestras costillas— para “dar protección a personas importantes”. El que anda con Dios, ¿para qué más?
Una medida radical y eficaz para combatir de veras el crimen sería el cierre de todo comercio que se dedica a la venta libre de armas, y a la vez imponer severas penas a los que las trafiquen e ingresen por contrabando al país.
Pero el cáncer más virulento que se produce tiene su génesis, como ya dije, en las películas que proyectan a toda hora los cines y los diferentes canales de televisión, tanto los locales como los de cable. Como complemento, se tienen las ventas por todos lados de películas en dvd con temas, casi en un cien por ciento, de crimen, violencia, narcotráfico, prostitución y males colaterales. Vaya usted a buscar algo decente, educativo, de recreación sana, de ciencia o algo así, y difícilmente lo hallará.
Viendo todo eso, la gente que piensa dice: ¡cómo no van a abundar los criminales, ladrones y violadores si los cines y las televisoras ofrecen en bandeja toda una escuela enseñando las técnicas y hasta “secretos” de cómo planear y perpetrar un robo, un asalto, un homicidio, una violación! Tristemente, hasta las películas presuntamente de entretenimiento para la niñez, están cargadas de violencia. Con ello los niños alimentan todos sus sentidos con fuertes dosis de esa clase de veneno, que pronto dará sus efectos.
Lo que el Ministerio de Gobernación quería era una “autocensura” a las informaciones sobre hechos delictivos y parecidos, que publican los medios de comunicación social, pero no alcanza a ver los terribles daños que ocasiona la indiscriminada difusión de aquel material explosivo en las pantallas grandes y pequeñas.
Claro, en nombre del libre mercado, imposible censurar y menos prohibir a las grandes empresas que no divulguen documentales perniciosos en extremo, que son como bombas de profundidad que hacen explosión dentro de la naturaleza humana.
Estar sometidos constantemente a una influencias de esa clase termina por horadar el subconsciente principalmente de los niños, aunque no se salvan los adultos. Muchos de los mensajes encerrados allí son subliminales, el espectador no se da cuenta de lo que está recibiendo, pero sus frutos se dan tarde o temprano.
Eso y no otra cosa es lo que vemos y sufrimos cada hora del día todos nosotros, que vemos nada más cómo la lucha que se libra no es dirigida a la raíz de los problemas, sino a sus efectos.
Por ello, los grandes estrategas en este caso han fallado de cabo a rabo. Es que el problema es originado por las empresas monstruo fabricante de armamentos y las de difusión masiva.
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