“Los subsidios deben ser solamente para los extremadamente pobres, con transferencias monetarias para que paguen. Bien por el MINEC que inicia aunque tímida la corrección del subsidio al gas.”
Escrito por Rafael Castellanos.26 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica.
Una economía sana adopta dos grandes principios, solidaridad y subsidiariedad. La solidaridad auxilia directamente a quienes no pueden por sí mismos, los extremadamente pobres. La subsidiariedad llama a que los problemas que la sociedad puede por sí misma no sean resueltos por el Estado. Eso está basado en la doctrina social de la iglesia y sobre esa base funciona la Unión Europea. Consecuentemente, no dar subsidios a quienes pueden resolver por sí mismos.
Este recordatorio es oportuno ahora que el Ministerio de Economía está corrigiendo el subsidio al gas licuado, que como el transporte, agua y electricidad, han sido incorrectamente aplicados, con criterio populista, no técnico. Pesan sobre las finanzas del estado y lo peor del caso, benefician injustamente a personas de medianos y altos recursos, a comercios e industrias.
La corrección que hace el gobierno está bien orientada, pero no es suficiente. Va en la dirección correcta al eliminar el subsidio para algunos sectores, pero deja aún muchos que no lo deberían tener. Pero es un buen inicio, es de apoyar al gobierno a que se anime con lo que hace falta, las finanzas del estado están muy golpeadas y ante la escasa inversión y poco crecimiento que se vislumbra no mejorará mucho la recaudación, así que disminuir el gasto en lo innecesario, como esto, le deja fondos disponibles para lo urgente, como medicinas en los hospitales.
El diseño perverso del subsidio radica en que se subsidia la oferta, no la demanda. Se paga a los que proveen y gozan del subsidio quienes tienen poder adquisitivo, negocios, del restaurante formal, al informal que en pick up vende en la calle sin pagar ningún impuesto. Peor aun, dado que el subsidio baja artificialmente el precio, se ha dado un enorme contrabando hacia Honduras y Guatemala en donde los precios son mayores, así que subsidiamos a contrabandistas y a consumidores de otros países, subsidiamos también a quienes lo usan en sus vehículos en vez de gasolina. Esto es inaceptable.
Ahora es de aplaudir y esperar que el gobierno se anime a profundizar en corregir la situación del todo, pues aproximadamente el 65% de los consumidores aún recibirá subsidio y eso es muy alto, ya que la cifra de extrema pobreza es cerca del 35%.
El Banco Mundial entre otros suscribe la tesis de que los subsidios deben ser focalizados, ser dados solamente a la gente en extrema pobreza y financiarlos mediante transferencias de efectivo, dar los subsidios por el lado de la demanda. ¿Es posible? Sí lo es. Que el precio sea el de mercado, estableciendo competencia o precios de referencia mundial.
Existe un mapa de la pobreza razonablemente bueno, hay que avanzar como Chile a perfeccionar el mapa a precisión de hogares y localización precisa. A partir de ese mapa se deben comenzar a otorgar los subsidios, al gas y al transporte. Dinero o vouchers para pagar a precio de mercado. No más subsidios a los transportistas.
En el gas, se puede eliminar el uso de gas entre los pobres. Con parte del presupuesto del subsidio, se podría comprar y donar una turbococina, invento de un salvadoreño, que cocina con 4 o 5 pequeñas rajas de madera de unos 15 cm, un tiempo completo para la familia. En los pocos lugares en donde no hay electricidad, acompañarlo de un panel solar que produzca la energía que esta necesita para funcionar. Cero gas, cero emisiones de carbono, adiós al consumo de leña y al gas.
Debe seguir arreglar el de transporte, que merece una columna aparte.
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