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2010/10/27

Co Latino-A través de las tinieblas: viviendo con miedo (1) | 27 de Octubre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 René Martínez Pineda.27 de Octubre. Tomado de Diario Co Latino.
(Coordinador General del M-PROUES)*
*renemartezpi@yahoo.com

Tengo temor de decirlo de un solo, a quemarropa -a calzón quitado, dice la niña Josefina cuando está a punto de hacer confesiones tremendas- pero, en una sociedad donde la inseguridad personal es un negocio industrial y redondo que revaloriza al capital (no un defecto funcional) el miedo gobierna la subjetividad con mano dura, en tanto ensayo de la muerte ritualizado por la incertidumbre; y los rumores son, objetivándose en la conducta cotidiana, un heroico fetiche que hace menos penoso ser cobardes: el mundo exterior es un lugar peligroso, niños, cierren la puerta con doble llave; no hable con extraños, niña Luisa, las relaciones sociales son más malas que las sexuales; no salga de noche, don Chamba, hay rumores de un golpe de Estado, se dice que a eso vino un tal Montaner; mañana no hay clases, mamá, dicen que las maras y Genaro han decretado “toque de queda”; tu mejor amigo es la televisión, obedécele ciegamente.
Ese negocio que anuncia e infla a voluntad robos y muertes impunes, con la ayuda del amarillismo, ha llenado nuestras casas de trancas, candados, perros, cadenas, alarmas y barrotes –a imagen y semejanza de una cárcel de máxima seguridad- y ha hecho de la sala –donde el televisor es un tirano- una celda de asilamiento voluntario que, por sobredosis, provoca que le tengamos fobia a la realidad (que es la expresión carnal de la verdad), debido a que no contamos con información fidedigna y a que estamos atiborrados de datos, por lo que no se puede realizar una triangulación inteligente (realidad-información-datos) y, por eso, la terminología que da cuenta de dicha realidad es tan ambigua como un político con experiencia, y la capacidad de análisis es mediocre, lo que lleva a los individuos a creer que son ellos los culpables de su desgracia, debido a que no poseen el conteo mínimo de neuronas, por lo que –dice Chomsky- “en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo” que, en sociología, podríamos denominar como “estado de obediencia absoluta al miedo totalitario”.
Claro que, en tanto heredado mecanismo de control político, el miedo social tiene funciones ideológicas y económicas: desmovilizar a la gente, pues, sin movilización no hay cambios; sumirla en la apatía ciudadana, ya que sin empatía no hay solidaridad; extorsionarla con su incertidumbre, más que con su inseguridad; llevarla “a patadas” hasta el pensamiento mágico-religioso que, pongamos por caso, promueve “Noticias 4 Visión” con sus reportajes sobre brujas, fantasmas, juegos diabólicos y entrevistadores matutinos.
Y es que, vivir con una fobia esencial, como la citada, implica una desconexión con el mundo que lleva al individuo a sentirse incompleto o torpe. En ese sentido, los miedos sociales denuncian-anuncian el carácter adscrito de la falta de realización personal (como círculo vicioso que es un movimiento fríamente calculado y sospechado desde un principio) en tanto son prejuicios del imaginario o moldes de pensamiento socrático que impiden la plena felicidad, en una suerte de paradoja similar a la que vivió el personaje de Wells en “La máquina del tiempo”, pues, la colisión con la verdad es un proceso doloroso y crudo que obliga a reconocer los errores, fracasos, impotencias y traiciones sufridas en el tiempo vivido, que es la sumatoria de los años vividos por un grupo humano.
Tal como la memoria histórica es armada con piezas de olvido, la realidad es construida manualmente por el sujeto a imagen y semejanza de su forma humana y de sus miedos, por lo que la recuperación de la verdad es vista como un inútil sacrificio psicológico lleno de dolor físico.
Ahora bien, partiendo de la tesis de que lo que más ha impactado en el desarrollo de la cultura –desde que se tuvo conciencia del tiempo- es la conciencia sobre la muerte (lo que llevó al ser humano a crear y creer en el universal antropológico de la vida eterna y el paraíso celestial) no es de extrañar que cada hecho social traiga, bajo el brazo, su particular miedo a todo lo que con ella se relaciona o la vaticina: en una sociedad donde “tener” importa más que “ser”, un robo es un homicidio agravado, y la malversación de fondos públicos, así como el uso de vehículos nacionales en cosas personales, es un destello de inteligencia digno de imitar.
El surgimiento de la vida urbana no es la excepción, desde el día en que despuntó como la negación natural de lo rural que (a partir de la crisis global del siglo III) fue el espacio privilegiado del feudalismo. Cuando a inicios del siglo XI, en Europa, se dio un cambio vital en la economía propiciado por el aumento aritmético de la producción agrícola y el aumento geométrico de la bonanza financiera -debido al trascendental desarrollo de los métodos de cultivo- se produjo un acelerado crecimiento de la población (notable, si tomamos en cuenta que, hasta el año 1000, la tasa de crecimiento era muy baja y, por eso, el tiempo de duplicación de aquella se contaba por siglos) pero la tierra, como espacio físico dado, no estaba en condiciones de alimentar a más gente de la que la trabajaba.
Así, con el crecimiento demográfico apurando el paso en un contexto de sesgada prosperidad económica (que, por ejemplo, empezó a gestar “el miedo a perder las posesiones”, que hasta entonces era insignificante si valoramos la miseria absoluta del Medioevo) muchas personas dedujeron, por instinto, que ya no debían dedicarse más a cultivar, y empezaron a ser usureros, artesanos, comerciantes o, en el mejor de los casos, las tres cosas.
Pero, para operativizar y cubrir eficiente y oportunamente la demanda del mundo agrario con productos artesanales, fue necesario aglomerarse en una plaza céntrica, en una calle transitada o en un punto de viajeros, y por eso se empezaron a poner de moda los mercados y las ferias, lugares que serían la masa crítica para el surgimiento del centro urbano y su exponente consuetudinario: el vendedor al detalle.
No es sorprendente, pues, que la vida urbana, tal como la conocemos hoy, naciera en los siglos XII y XIII, haciendo de la ciudad amurallada un lugar más seguro donde vivir, ya que se alejó deliberadamente del problema social que más se había envalentonando en el área rural: el pillaje en los caminos principales y en los poblados aislados.

A través de las tinieblas: viviendo con miedo (1) | 27 de Octubre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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