Los desafíos son lo suficientemente grandes y complejos para exigirnos a todos que nos dediquemos a enfrentarlos con la debida voluntad de encontrar soluciones reales.
Escrito por Editorial.28 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica.
En días pasados, la oposición legislativa logró la derogatoria de una disposición del Código Tributario que obligaría a los contribuyentes a la presentación anual de una declaración patrimonial sobre bienes personales. Fue un error aprobar en su momento tal disposición y es un acierto eliminarla ahora. Lo más curioso son los argumentos para defender dicha declaración, pues la eventual evasión tributaria no se da en realidad por la vía que dicha declaración contempla. Es necesario que el sistema de controles funcione a plenitud, haciendo uso de los mecanismos que tiene a su disposición, en vez de estar creando figuras perturbadoras como la de esa malhadada declaración. Si se dice, además, que en el pasado se perdonaban tributos en forma arbitraria, habría que proceder con las informaciones que de seguro ya se tienen.
Como hemos venido diciendo con insistencia, vivimos un momento en que las actitudes son el primer factor de crispación. Como un nuevo ejemplo de ello podemos señalar la reacción airada del ministro de Hacienda frente a la derogatoria antes aludida. Todo el mundo tiene el derecho a tener posiciones propias, y sobre todo cuando nos manejamos dentro de un marco de interacción democrática; pero si cada disenso se convierte de inmediato en acusación destemplada, son los ánimos y no las razones los que se imponen.
Es claro que no ha logrado establecerse un clima de entendimiento sereno entre los entes gubernamentales y el sector empresarial. Tampoco se ha logrado eso entre el Gobierno y los sectores laborales y sociales. Y es que vuelve a repetirse un esquema que ya mostró su inefectividad en administraciones anteriores: aquello de confundir la necesaria negociación entre visiones e intereses distintos con el dictado de una posición para que los demás la acepten. Hay que entender que la democracia es esencialmente negociadora, y que de una negociación real y sustantiva nadie sale con todo lo que pretendió al principio, pero todos pueden obtener resultados positivos y que les sean sostenibles.
Estamos, y ya no sería necesario seguirlo repitiendo porque lo experimentamos a diario, en una coyuntura muy difícil y muy complicada para el país en su conjunto y para los diversos sectores en particular. ¿Por qué, entonces, permitir que temas como el de esa desafortunada declaración, inútil y peligrosa, enrarezcan aún más un ambiente que ya tiene bastante con los problemas reales y apremiantes que están a la orden del día?
Tenemos que enfilar todas las energías disponibles, tanto en el ámbito público como en los diferentes planos privados, hacia cuestiones básicas como la inseguridad que nos aqueja en tantos sentidos y con tantos efectos devastadores, como el fomento eficaz y permanente de la inversión tanto nacional como internacional, como las respuestas inteligentes y no demagógicas frente a las intensas y crecientes demandas sociales.
La ciudadanía necesita sentir que sus diversos liderazgos asumen sus roles con responsabilidad, sensatez y control de las reacciones. Realmente estamos hartos de palabrería acusatoria y de actitudes desproporcionadas. Cuando la realidad es turbulenta no se vale agregarle más combustibles explosivos. Los desafíos son lo suficientemente grandes y complejos para exigirnos a todos que nos dediquemos a enfrentarlos con la debida voluntad de encontrar soluciones reales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.