Luis Mario Rodríguez R.31 de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.
Cuando no se tiene proyecto político se gobierna sin rumbo. Kirchner lo tuvo desde su juventud y conforme avanzó en su carrera política fue gestando poco a poco su objetivo logrando finalmente el favor de los argentinos que lo llevaron a la Presidencia de la República. Las muestras multitudinarias tras su fallecimiento son la consecuencia directa del proyecto que "El Pingüino" tenía para los gauchos, aunque éste, a juicio de los que discrepamos de su forma de hacer política, estuviera cimentado sobre la base de asustar a los mercados y amedrentar a la empresa privada. A diferencia del programa de gobierno, los proyectos políticos se basan por lo menos en tres objetivos fundamentales: continuidad de las ideas políticas, crecimiento de la base electoral de su partido y consolidación de sus principales promesas de campaña. Los programas por el contrario, incluyen la agenda económica y social, de inversión pública y relaciones exteriores que el gabinete de gobierno está obligado a cumplir cuando el Presidente les llama a servir dentro de su equipo ministerial.
Si se carece de proyecto se corre el riesgo de gobernar con base en el consejo de todos sin importar que las políticas públicas se contradigan unas con otras. Los mandatarios suelen identificar como el objetivo principal de su proyecto el ganar la reelección sobre todo en aquellos sistemas que la permiten de manera consecutiva. Los Estados Unidos, Brasil, Colombia, son algunos ejemplos en el caso suramericano. Sin embargo existen otras finalidades que bien podrían ser tomadas en cuenta cuando se trata de orientar las decisiones y el estilo de gobernar al cumplimiento de una finalidad política determinada. En un país en el que la reelección no es posible, el proyecto político puede intentar transformar las fuerzas políticas que comúnmente se han caracterizado por ser extremistas en actores que se acerquen más al centro y que permitan construir un sistema en el que los partidos "pesquen" votantes en el centro del eje de ubicación ideológica y no en los extremos donde normalmente se encuentra el comunismo o el fascismo.
Felipe González tuvo una finalidad muy concreta: transformar al PSOE en uno socialdemocracia despojándolo por completo de todo el mote marxista leninista que lo caracterizó durante muchos años. Cristiani en El Salvador trabajó durante su quinquenio para obtener la paz. Castro en Cuba ha sido de los que más claro tenía su proyecto cuando llegó al poder en la Década de los Cincuenta. Y es que también podemos enfrentarnos a proyectos que destruyan la democracia, debiliten el sistema de partidos y corrompan a la sociedad. Cuando nos enfrentamos a liderazgos oscuros, la militancia de los partidos debe tener la habilidad de imponer sus ideas y eso es el resultado de la existencia de mecanismos que le permitan intervenir en la toma de decisiones al interior de los partidos políticos. Lamentablemente, la regla general es la carencia de reglas que permitan a los militantes de las organizaciones políticas tomar parte de las decisiones que la autoridad jerárquica quiere implementar. Los proyectos políticos no se plasman en un documento escrito, se crean en la mente del líder y casi siempre son conocidos por el grupo más cercano al político.
Los mexicanos criticaron en exceso al ex presidente Vicente Fox. Le reclaman no haber cumplido las promesas de cambio después de setenta años de gobierno del Partido Revolucionario Institucional. Muchos afirman que Fox se dio por satisfecho con haber ganado las elecciones y terminado con la hegemonía de un partido cuya legitimidad fue cuestionada elección tras elección. Esto equivaldría a afirmar que la Presidenta de Costa Rica tiene que darse por satisfecha porque logró ser la primera mujer que gobierna su país y en consecuencia ya no tiene que esforzarse por gobernar, resolver los problemas más complicados en su país y transformar todo aquello que mejore el sistema democrático. Como llevó a la mujer a un estadio superior ya no debe molestarse por gobernar, sólo por administrar el país.
Un proyecto político no se puede limitar a un hecho específico, por mucho que el mismo represente un acontecimiento histórico para el país de que se trate. A ese suceso político debe seguir una serie de acciones que permita consolidar un fin que, normalmente, tiene que estar relacionado con el avance del sistema político a una esfera en el que debería por lo menos, haberse creado espacios de diálogo que permitan tomar acuerdos que en el pasado no fueron posibles debido a proyectos que no estaban fundamentados en el interés general sino en uno particular.
El gran dilema de sociedades como la salvadoreña es precisamente este último aspecto. Cuando los proyectos políticos se confunden con proyectos personales, el gran perdedor es el ciudadano y la sociedad en general. El político, se trate de un diputado, un ministro o el Presidente de la República, debería asumir como propio el proyecto del pueblo, pero sólo cuando esa finalidad, ese objetivo político, persiga el bien común.
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