Escrito por Marvin Aguilar.28 de Octubre. Tomado de La Página.
El término “discusión bizantina”, es una forma peyorativa de referirse a esa clase de disputas apasionadas sobre cosas sin importancia, basadas siempre en cuestiones teológicas. Viene dado este acuño, de la idea que sobre los habitantes de Constantinopla se tenía: sutiles y frívolos ciudadanos.
En efecto, las posiciones irreconciliables entre los arrianitas y monofisistas, podían ser cansadas y por su prolongación aburridas. Finalmente la primera fue declarada herejía por el concilio de Nicea y la segunda lo fue por el de Calcedonia. Uno de los principales objetivos de las pendencias bizantinas, era la de establecer la unidad religiosa: fracasaron. Lo cual no desanimo a sus promotores, dando como resultado que surgiera como factor de unión la descabellada idea de fusionar en una sola persona el estado y la religión: León I fue el primer emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.
Nicolás Maquiavelo siendo como lo era: un gran observador, al que ninguna palabra es capaz de definir, retomaría estas ideas explicándolas de este modo: el príncipe (el político), debe tener mucho cuidado de que se le escape de la boca alguna cosa que no parezca llena de cualidades, ante quienes lo vean y escuchen, él debe parecer todo compasión, todo lealtad, todo integridad, todo humanidad y todo religión; siendo sobre todo esta última cualidad la que es necesario aparentar con mayor ahínco.
Es posible que los dos diputados parafraseados se sientan como protagonistas del poema de Nono de Panópolis: dos combatientes de la Batalla de los Gigantes, y debido a ello se obstinen en no poner atención a Schopenhauer: el torturador y el torturado uno son. Por supuesto, el torturador cree no ser parte del dolor que sufre su victima; el torturado ignora que el victimario es luego de la barbarie cometida un despojo humano. Ambos estarán irremediablemente unidos por siempre.
El iconoclasta Alegría y el iconódulo Almendáriz.
Relata LPG en su edición del martes 19 de octubre que: Mauricio Rivera, de seudónimo Damián Alegría durante el pasado conflicto armado, acuso al coronel Antonio Almendáriz de haberle torturado estando detenido en 1986 en uno de los cuerpos de seguridad ya desaparecidos por los Acuerdos de Paz de 1992. Ambos son ahora diputados.
La acusación, grave en una sociedad civilizada, pero de espíritu deportivo en la nuestra fue la siguiente: estando el diputado Rivera preso en las cárceles de la policía, el coronel Almendáriz resultó estar a cargo del comité que le torturaba, ahora son amigos y están conscientes que debe todo quedar en el pasado; todo esto se da en el marco del jaleo bizantino que lleva a cabo la comisión de legislación para reformar el Código Penal, en relación a incluir los delitos de tortura, desaparición forzada, genocidio y los considerados de lesa humanidad. ¿Merece esto discusión?
Esto hace al diputado Alegría un experto en el tema, y para dejárnoslo claro, nos lo recuerda haciendo a un lado las formas caballerescas por las actitudes plebeyas. Acaso, ¿no sabe el diputado efemelenista que la ex presidenta de Chile Michelle Bachelett fue ultrajada de formas repudiables y propias de degenerados enfermos? Y ¿la posición noble de ella frente a este capitulo de su vida?
Por otro lado, el coronel Almendáriz continua siendo perseguido por su pasado. De su respuesta se deduce que o Dios no ha decido perdonarle este pasado de locura, o el no ha entendido que Dios ya le perdonó. Sostiene el ex militar: que él para 1986 no estuvo en el referido cuerpo de seguridad; pero con esto no niega las acusaciones de tortura hechas por el diputado Alegría; después para demostrar sus palabras confiesa que al ahora diputado Sigfrido Reyes sólo lo tubo de pupilo, ¿qué clase de categoría de detenido es esta coronel? O, ¿era entonces empleado de algún tipo Sigfrido Reyes? Confundir las cosas no ayuda nunca a aclararlas, por que es igual a esgrimir aquello de que: todo es culpa de la agresión comunista. Porque ahora los comunistas son parte del poder.
Alegría: Yo te vi, incluso me dijiste que me quitara la venda,
Almendáriz: Nunca llegué, nunca llegué, porque no teníamos acceso a ti... Cuando yo estuve allí no permití eso... además yo tengo un compañero que los testículos le quitaron.
En sus palabras el coronel no niega la existencia de las torturas, o de que hubiesen presos torturados; al comparar castraciones guerrilleras con torturas militares sólo nos dice algo que ya todos sabemos, pero que por ser políticamente correcto se calla o se disimula. Esta refriega de palabras, tristes por cierto, muy tristes, dejan por otro lado al comunicado de ASVEM sobre la necesidad de censurar los documentales sobre la guerra y, que según ellos relatan situaciones que deshonran a las Fuerzas Armadas en mal predicado.
Porque si en alguna circunstancia debe de defenderse con seguridad lo actuado, es en esta clase de momentos, y con sus palabras el coronel Almendáriz sino acepto abiertamente, cuando menos justificó y reconoció que sucedieron no estando él allí, las torturas. Luego los documentales podrían no estar mintiendo, y reitero, ya no vale aquello de: “detener el avance comunista” ya que si llegaron al poder por voluntad popular significa que, o se perdió la guerra o que los argumentos para llevarla a cabo vistos en perspectiva histórica no fueron legítimos, ¿se comprende la derrota política aquí?
Nos dice William Lecky en su Historia de la Moral Europea, que en lo que se basó el juicio histórico para declarar decadente al imperio bizantino fue que los consideraron que constituyeron, sin excepción alguna, la forma cultural más baja y abyecta que haya asumido la civilización hasta ahora [...] No ha habido otra civilización duradera tan despojada de toda forma o elemento otorgador de grandeza [...] Sus vicios eran los de los hombres que habían dejado de ser valientes sin aprender a ser virtuosos [...] Esclavos, y esclavos gustosos, tanto en sus actos como en sus pensamientos, hundidos en la sensualidad y en los placeres más frívolos, sólo salían de su apatía cuando alguna sutileza teológica o algún hecho de caballería en las carreras de cuadrigas les estimulaba a lanzarse en revueltas frenéticas, ahora se le llama fútbol [...] La historia de dicho imperio es una relación monótona de intrigas de sacerdotes, eunucos y mujeres, de envenenamientos, conspiraciones, ingratitudes y fratricidios continuos.
Por supuesto que no estoy del todo de acuerdo con Lecky en cuanto a Bizancio; pero bien podrían servirnos algunas de estas sentencias para definir algunos miembros de nuestra clase política nacional, esta nota periodística de LPG me lo recordó, debido a ello recurrí a esta parte de la historia universal.
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