Los movimientos migratorios son parte inherente de la condición humana: con migraciones se pobló la Tierra, desde las primeras que realizó el hombre primitivo para encontrar el lugar donde se asentó, hasta las que posteriormente realizaran las tribus en que se agrupó.
Escrito por Eduardo Cálix.26 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica.En pocos casos se afianzaron en un lugar, la regla fue que como hordas llegaran a los confines de cada continente. Aun después de los grandes movimientos que poblaron la Tierra, la migración continuó con otros fenómenos, como el descubrimiento de América y con el empleo de las grandes embarcaciones para cruzar los mares.
Ahora los motivos económicos son la principal causa de migración, pues quienes ven difícil de mejorar su situación en el país que los vio nacer son los que emprenden ese camino.
Por causas económicas los migrantes le están dando una cara más multirracial a los países desarrollados del mundo: hay cada vez más holandeses morenos e ingleses de color; argelinos que le imprimen una nueva dinámica a Francia, turcos que lo hacen en Alemania y latinos que se constituyen en la nueva fuerza que mueve a Estados Unidos.
Ninguno de estos tres países puede pensar en un futuro sin migrantes en su territorio. Aunque haya fuerzas que clamen por mejores controles migratorios.
Los países que han requerido de la inmigración para crecer ya no pueden dejar de recibirla sin suponer un estancamiento económico, cuando no un retroceso. Aún si no quisieran recibir ya más inmigración, ya están sujetos a ella; podrán intentar regularla, pero no la pueden suprimir, entre otras cosas, porque es la fuerza que le da dinamismo a su vida económica.
Por otro lado, tenemos que aceptar que quienes dejan al país para encontrar mejores horizontes son, en su gran mayoría, ciudadanos de nobles características: inteligentes, decididos, saben lo que quieren, se esfuerzan por lograrlo e incluso llegan a arriesgar su vida para alcanzar su meta.
Hay quien los desprecie por ocupar las labores más humildes, pero lo hacen en tanto aprenden cómo encontrar mejores oportunidades. Y se esmeran por dar a sus hijos lo que no tuvieron ellos.
De esa manera los salvadoreños en Estados Unidos han mostrado que son parte de su fuerza económica sin haber sido jamás carga para el erario. Trabajan y pagan impuestos; respetan la ley, son personas preocupadas por su persona, por sus hijos y por su comunidad; la tasa criminal de su entorno está por debajo de la del país en el que viven y se preparan para el futuro.
Pero también nuestra emigración ha sido una sangría constante para el país, y no solo porque podríamos ser 8 millones de salvadoreños viviendo en El Salvador con un PIB del doble que el actual, sino porque esos casi 3 millones no han aportado todo su esfuerzo al desarrollo.
Han contribuido en forma muy importante con sus remesas a sus familias y quizá aliviado en parte problemas sociales dentro de El Salvador, pero con el esfuerzo que ellos han hecho han ayudado a la riqueza de un país que no es el propio.
En ese sentido, debemos aceptar que la emigración ha significado pérdida para el país, y que estamos obligados a evitarla en beneficio de todos.
Por supuesto que para evitarla no requerimos medidas contenciosas o policiales, sino desarrollar más oportunidades para todos dentro de nuestro territorio, tanto económicas como sociales, que permitan mejores niveles de vida.
Así, los que están fuera como los que estamos aquí, podemos contribuir con nuestro trabajo a un El Salvador más próspero.
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