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2010/12/16

LPG-Ciber linchamiento

Si las revelaciones de los cables diplomáticos secretos por WikiLeaks plantearon un dilema mundial sobre seguridad nacional y libertad de expresión, los ciber ataques a compañías estadounidenses y europeas para vengar la detención de su fundador, Julian Assange, pusieron en evidencia una disyuntiva mayor: ¿Son protestas genuinas o actos criminales que deben ser perseguidos?

Escrito por Ricardo Trotti.16 de Diciembre. Tomado de La Prensa Gráfica.

Algunos creen que la “Operación Venganza” lanzada por Anonymous contra Amazon, Mastercard, Visa, PayPal, el banco suizo PostFinance y la fiscalía sueca es solo una forma de protesta, que no es una acción criminal sino un acto de justicia a favor de la libertad de expresión. Otros entienden que buscar que los sitios de internet de esas entidades colapsen no es más que vandalismo.

Lo cierto es que se está creando un desafío complejo para los gobiernos, tratándose de un movimiento de contagio rápido y masivo, tan difícil de detectar como de perseguir. No es lo mismo controlar a un grupo de revoltosos que se manifiestan frente a una embajada y puede ser dispersado con gases lacrimógenos, que tener que lidiar con provocadores anónimos refugiados detrás de una computadora, que pueden actuar en grupos de alcance global, cuyas armas no son piedras sino software, virus y gusanos que pueden penetrar códigos y sistemas de seguridad.

Aunque internet y las redes sociales han servido para nutrir protestas masivas, este episodio de WikiLeaks puede potenciar el lanzamiento de un movimiento ciber activista cuya misión sería justificar cualquier causa con tal de tomar la justicia en sus propias manos, lo que podría calificarse de ciber linchamiento.

Anonymous, por ejemplo, formado por voluntarios que se definen como anarquistas, abrazó a WikiLeaks después de dirigir ataques cibernéticos en contra de las industrias literaria, discográfica y cinematográfica de Estados Unidos, Inglaterra, España y Australia, al considerar que cualquier norma antipiratería o que defienda la propiedad intelectual es contrario a la libertad que debe reinar en el mundo y en internet.

Hasta ahora el prejuicio era que los hackers reservaban sus mejores armas de espionaje para los megafraudes bancarios o para ataques como los que sufrieron este año Google China y el sistema nuclear de Irán. Pero lo cierto es que el acceso global a las nuevas tecnologías está permitiendo cada vez más que muchos cambien los juegos en línea por actividades criminales. De ahí los dolores de cabeza de los gobiernos que deben modernizar sus leyes, adquirir tecnologías y hacer inversiones multimillonarias para responder ataques cibernéticos contra los ciudadanos o contra sus sistemas financieros, energéticos y de seguridad.

Estos ciber delitos no paran de crecer. En Estados Unidos los fraudes con tarjetas de crédito, las intrusiones a las computadoras personales y la difusión de pornografía infantil subieron un 48% en el último año; mientras que en China, el ciber crimen aumentó un 80% y el gobierno calcula que ocho de cada 10 computadoras conectadas a internet están afectados por botnets.

Así que aunque el presidente brasileño, Lula da Silva, haya defendido a Assange esta semana, pareciera que está descompasado en la discusión. WikiLeaks no puso sobre la mesa solo el problema de secretos de estado y libertad de expresión. Evoluciona todo tan rápido, que podríamos estar por comenzar una gran guerra cibernética que involucra por igual a privados y gobiernos.

Habrá que seguir el progreso de este fenómeno. La decisión reciente de Facebook y Twitter, de cancelar el perfil de Anonymous, por considerar que sus actividades son ilegales, no hace más que abrir otro debate e interrogantes sobre lo que sucederá... mañana.

Ciber linchamiento

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