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2010/12/26

LPG-Juego de niños

 El pequeño está de pie asomado en el vano de la puerta que da a la casa de su abuela. Ha llegado de visita con su padre a Santa Tecla porque la anciana está enferma.

Escrito por Carlos Peña.26 de Diciembre.Tomado de La Prensa Gráfica.

Tiene la cabeza medio inclinada, de modo que la gorra le cubre la frente y parte de los ojos. Mira con el rabillo del ojo desde la sombra que le hace la cachucha. Viste camisa de algodón manga larga con estampas de carros, usa jeans y zapatos tenis para niño.

De seguro aún no cumple los ocho años y debería responder al nombre de Miguelito y devolver los saludos con una sonrisa talvez tímida, talvez inocente. Pero no, su actitud es desafiante. Desde el sitio donde está parado parece que intenta dominar el territorio a la redonda, infundir respeto y temor con su mirada.

El territorio es un terreno abierto plantado con árboles en el que se reúnen los chiquitines del vecindario para jugar de cualquier cosa. En el momento en que Miguelito ha salido no hay nadie afuera.

He estado viéndolo desde lejos y estoy seguro que él lo ha notado y a eso se debe su aspecto retador. Decido acercarme para romper esa especie de barrera que siento entre él y yo. Nunca me había ocurrido algo así con un niño.

Al pasar cerca de él le digo hola y no me contesta. Esquiva la mirada y sigue quieto, escondido bajo su gorra. Solo en sus dedos pequeños y delgados noto cierta inquietud.

Me detengo algunos pasos adelante y trato de llamar su atención con un sonido ya tradicional: ¡Ssssht, ssssht! Levanta la carita, me mira, le digo hola y de nuevo no tengo respuesta. Prefiere irse para adentro de la casa. Este comportamiento podría ser normal, pues los chicos son huraños con los extraños y yo soy un desconocido para él.

Un rato después sale con su padre. El hombre intenta enseñarle a bailar un trompo. El pequeño mira cómo su papá va enrollando el cordel paso a paso al tiempo que le explica cómo hacerlo.

Después de lanzar el trompo un par de veces, el padre se lo ofrece para que lo intente él. Sin embargo, Miguelito no muestra mayor interés. Pocos minutos después entran a la casa de la abuela de nuevo.

Miguelito vuelve a asomarse, esta vez atraído por el bullicio de varios niños que juegan con una pelota de fútbol en el terreno. Todos son más pequeños que él. Se queda un rato viéndolos, siempre con su aspecto desconfiado.

Entre los chicos las cosas son distintas y en poco tiempo entran en confianza con el visitante. De pronto los chiquitines se han reunido alrededor de Miguelito. Lo observan y lo escuchan atentamente. La pelota que los divertía hasta hace un momento ha quedado olvidada bajo un árbol.

Pero la atención de los niños dura poco. En este caso fue el tiempo necesario para que decidieran cambiar de juego. Ahora algunos persiguen a otros y se hacen gestos con los dedos. En su inocencia infantil, juegan a ser pandilleros.

Miguelito vive en una comunidad de Soyapango. Aún no va a la escuela y mientras su padre sale a trabajar se queda con sus hermanos mayores. Y resulta evidente que pasa alejado de ese mundo de magia, de ensueños, de alegrías y de juegos en que debería transcurrir la niñez.

Juego de niños

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