La fábula de “La gallina de los huevos de oro” narra sobre un granjero que cuando se encuentra con que una de sus gallinas pone un huevo de oro al día decide matarla pensando que adentro de la gallina encontrará todos los huevos que le faltaban por poner. Esto lo hace bajo el argumento “por qué esperar todos los días por un huevo de oro”, si matando la gallina tendrá todos de una vez. Finalmente, mata la gallina, no encuentra ningún huevo de oro, y se queda “sin el plato y sin la sopa”. Algo parecido sucederá con los sectores productivos y bienestar económico de nuestro país, si se siguen aprobando más impuestos, sin antes implementar un proyecto sostenible de austeridad y eficiencia gubernamental, acompañado de estudios que determinen que los nuevos tributos que se decreten traerán un beneficio real y sostenible a la población.
Escrito por José Tomás Calderón.30 de Diciembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
Un ejemplo típico de un tributo que es un “lobo con piel de cordero” es el recientemente aprobado que establece que por el precio de venta de cada 94.5 libras de cemento producido se pagará un 5% a la municipalidad de Metapán, ya que de entrar en vigor lo que se lograría es aumentar el precio del cemento, mediante el traslado al consumidor de este costo, en cuanto el cemento por su naturaleza tiene barreras de autoprotección. En ese sentido, ese impuesto aprobado, por la bancada de diputados del FMLN y PCN, entre otros, en lugar de traer beneficios a las grandes mayorías lo que haría es encarecer la construcción de viviendas, golpear el sector construcción y agravar el desempleo en medio de una crisis y la realidad es que la mayoría de la gente saldrá más afectada que beneficiada.
Hace unos meses se mencionó que el “Gran Capital” debería tener un impuesto específico para pagar gastos del Estado. Preocupa que nuestros líderes sigan confundiendo el concepto de lo que realmente significa “Gran Capital” en una sociedad, como si este se limitare a un grupo de empresarios que tienen fortuna económica, fijando diferencias inexistentes entre el empresariado nacional, ya que de una u otra forma, los industriales, floristas o peluqueros, y emprendedores en general, son exactamente lo mismo, son “Gran Capital”, ya que todos juntos mueven la economía del país; en cuanto que el “Gran Capital” es formación de trabajo, constancia y visión, y es simplista determinarlo o agruparlo bajo una perspectiva material, ya que de ser así, El Salvador debería ser un paraíso agrícola, especialmente luego de que la reforma agraria de 1980 repartió grandes latifundios expropiados al “Gran Capital” de la época, muchos de las cuales actualmente están abandonados, incultos, y poco desarrollados y las cooperativas que los administraban quebradas o en manos de unos cuantos. Si el “Gran Capital” fuese “tener dinero” los derrumbes económicos familiares no existieran, y lejos de eso, los “grandes capitales” que sobreviven de generación en generación es porque son disciplinados y se adecuan a los tiempos y mercados, y si no están cimentados sobre esta base, tarde o temprano caerán.
Si queremos un mejor El Salvador, en 2011 hay que expulsar de nuestro lenguaje, de una vez por todas, la retórica de “grandes capitales”, de “clases sociales”, de “socialismos”, “proletariados”, “revolución”, “derechismos”. El Estado debe gastar menos y ser más eficiente. Hay que generar oportunidad para todos, castigar el clientelismo, institucionalizarnos, y sobre todo trabajar decididamente, para tener no unos cuantos, sino miles de propietarios de gallinas que pongan huevos de oro todos los días del año.
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