Ernesto Alfonzo Buitrago.28 de Diciembre. Tomado de Diario Co Latino.
Llegó la Navidad y con ella cuantos recuerdos vienen a mi mente!, se dijo Lito en un plática que tuvo consigo mismo.
Desde mi ingenua creencia en el Niño Dios, que ahora ya se ha abandonado o trastocado por el singular y foráneo Santa Claus, hasta el día en que uno de los tantos “bichitos”, cheros de mi infancia me dijo: “más que existe el Niño Dios, tus tatas te compran los regalos, el 24 y a media noche que te manden a dormir, hacéte el que estás parqueado y verás que tu tata o tu nana te dejan tu regalo”
Y dicho y hecho, llegado el esperado día-noche, con grandes esfuerzos porque el sueño me vencía, me fui a la cama, hice todo lo posible para no dormirme y en efecto vi cuando mi papá a las doce de la noche, me dejaba debajo de mi almohada mi ansiado regalo…¡Y así fue como perdí mi virginal ingenuidad!,
Pocos años después yo les pedí de regalo una bicicleta porque se me iban los ojos cuando veía a otros niños gozando de su sidecar o velocípedo, pero como mi querido papá no ganaba lo suficiente y mi madre tampoco, fueron claros conmigo de que ese regalo no estaba al alcance de sus bolsillos. Que me conformara con el riguroso y obligado estreno de Navidad y alguna cosa que ellos me escogerían porque… ¡la navidad es la alegría de los niños! Obviamente, me sentí frustrado.
Mas o menos recuerdo, continuó diciéndose Lito, que me refugié a llorar en brazos de mi madre, quien amorosa trató de consolarme pero fue enfática en lo que me habían anunciado: que no podía hacerlo; que tal vez el otro año podrían complacerme, que tratara de comprender que no lo podían hacer. No lo comprendí, y armé un berrinche tan típico de los niños que solamente cuando papá me amenazó con un par de cinchazos (en aquella época “retrógrada» no se había descubierto aún el “avance” científico de que es un daño moral y psicológico actuar en contra de lo hijos berrinchudos) poco a poco traté de calmarme… pero no abandoné la idea de llegar a tener la tan preciada bicicleta.
Para entonces circulaban las tarjetas y álbumes con los que los comerciantes hacen “su agosto” con la chiquillada que se entusiasma y con los padres que se vuelven alcahuetes con sus queridos hijos. (Detalle que no lo debería de citar porque ahora me está pasando a mí, siguió diciéndose Lito). Entre las tantas tarjetas se ofrecían variedad de estampas: de peloteros de las grandes ligas gringas; fotografías de las bonitas actrices y actores hollywoodenses que solo en las pantallas del cinematógrafo veíamos, y otras más.
Y como buen niño que era, por supuesto a costa de mis progenitores, coleccionaba e intercambiaba las tales tarjetas con otros niños de mi edad… ¡cuando me surgió la idea! de conseguir mi bicicleta… a costa y cuenta de las famosas y bellas Liz Taylor, Lana Turner, Ava Gardner, Bridge Bardot, Doris Day… pero el problema era que a duras penas podía escribir, por lo que no me quedó más alternativa que plantearles la idea a mis padres, quienes ante lo expuesto soltaron una carcajada y lo recuerdo bien, que me abrazaron, me besaron, me repitieron cuanto me querían y que tanto les cayó en gracia mi bobería o ingeniosidad que…!me terminaron regalando mi querida y ansiada bicicleta! ¡y así, salvadoreña iguanita verdolaga, esta historia está acabada!
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