René Martínez Pineda.30 de Diciembre. Tomado de Diario Co Latino.
(Coordinador del M-PROUES)
En su propuesta, el Che traduce los incentivos materiales en estímulos morales, arguyendo que “si es necesario utilizar, provisoriamente, estímulos materiales, que sean de tipo social. Los estímulos materiales son una cosa del capitalismo que tenemos que dejar atrás, e ir suplantándolos por el estímulo moral-social, hasta que la población, no sólo la vanguardia del partido, adquiera una conciencia nueva, una conciencia socialista”, la que yo entiendo como pre-conciencia comunista.
Cuando leí por primera vez “El socialismo y el hombre en Cuba”, dentro de las cosas que me sorprendieron –en la línea de la utopía comunista que apenas conocía- es que el Che no dice que el objetivo es la sociedad comunista, sino que “la sociedad del hombre comunista”. No es una diferencia menor ni un juego gramatical, es una diferencia tan básica como aleccionadora, porque, en definitiva: ¿quiénes integran la sociedad? El Che plantea que la sociedad debe cambiar, pero, deben cambiar con ella, y como sustento de ella, los hombres y mujeres que la integran, sus nuevos sujetos… sus hacedores del nuevo edificio con manos viejas en alma nueva.
Ahora bien, él no está haciendo una exaltación del individualismo ni deificando al individuo, lo que propone es reconocer la particularidad, la personeidad dentro del colectivo y como colectivo, para que los hombres y mujeres nuevas sean equitativos entre sí, mas no iguales. Eso por lo general se desprecia, u olvida, al momento de la labor política e ideológico-cultural. El marxismo –al ser usado al margen de la historicidad- se transformó –sin serlo- en economicismo, al punto que teóricos como Althusser dicen que “el Marx de los manuscritos, y el Marx del Manifiesto, no era marxista; que Marx es el Marx de El Capital”, que es un lúcido escrito económico y un admirable extracto humanista, porque, en mi opinión –a diferencia de Althusser y de los sociólogos derechistas- el humanismo sí es una categoría y una praxis marxista, es la esencia humana, el espectro en sus cálculos.
El Che, hablando de Marx y del capitalismo que éste analiza, dice: “Es tan grande, un monumento a la inteligencia que, a veces, es tanto su peso –habla de El Capital- detrás de la cuestión económica y de las relaciones económicas, que perdemos la perspectiva de quién está edificando la historia: el hombre. En última instancia, la principal fuerza productiva es el hombre, y lo que debemos hacer es que esta fuerza cambie su conciencia, para que se modifiquen las relaciones de producción”.
Acá surgen dos ideas... (yo lo leí en un manual de la Academia de Ciencias de la URSS -libros para motivar la militancia, no para desarrollar la teoría, por cierto-) una de las cuales plantea que “dentro de las fuerzas productivas, la más importante es la tecnología, la máquina; en cambio, la otra concepción plantea que la principal fuerza productiva es el hombre”. De ahí salen dos perspectivas del marxismo totalmente distintas. Lukács, por ejemplo, dice que Trotsky no es marxista; que Gramsci, no es marxista; que Rosa Luxemburgo, tampoco, y, en un lance mortal, dice que el Che no es marxista. No lo nombra directamente, pero se refiere a él y a Fidel cuando dice que, a pesar de su no-marxismo, “hay unos dirigentes latinoamericanos que están jugando un papel destacado en el año 1964”.
Hay una gruesa polémica en Cuba (1963 y 1964) alrededor de esas posiciones. El grupo de Carlos Rodríguez (junto a otros dirigentes cubanos) apoyado por Charles Bethelheim (cuadro del Partido Comunista Francés); y el del Che, junto a unos economistas cubanos y Mandel, quien era el dirigente más importante de la IV Internacional trotsquista. A diferencia de la Unión Soviética, ninguno de quienes participaron en la polémica fue expulsado o deportado (pienso en Siberia) a aquel lugar (cuyo nombre no recuerdo) donde el Che mandaba a quien se portaba mal. Era duro, porque era un lugar extraviado en la punta de Pinar del Río, y todos tenían terror de ir a parar ahí. Tal polémica no se resolvió porque el Che se fue al Congo. Tres décadas después, lo que ya sabemos: la desintegración del campo socialista, el “período especial” 1991-92 en Cuba, que fue una suerte de nueva política económica (la NEP cubana) y, en medio del período, permanecieron latentes las ideas originales del Che, mas no como retomada polémica o línea de acción, sino como horizonte.
Y es que, quién iba a decir que los soviéticos iban a volver al capitalismo. Aunque, el Che lo venía planteando desde el año 64, y no porque tuviese la bola de cristal, sino porque se basó en categorías marxistas. Entonces, el Che no sólo fue un estratega revolucionario, sino también uno de los grandes pensadores del marxismo de la segunda mitad del siglo XX.
Como agradable sorpresa, junto al humanismo del Che tuve que poner al romanticismo. Recuerdo que la primera polémica seria que tuve fue en torno a su libro: “Pasaje de la guerra revolucionaria”, el que me fue dado como criterio de autoridad. Lo leí sin respiro. Cuando terminé, subrayé lo que consideré como lo más impresionante: cuando él evoca a un amigo guatemalteco que tuvo (Julio Cáceres) con quien había escapado de la Guatemala en la que, como siempre, los yanquis habían derrocado al gobierno popular de Jacobo Arbenz en 1954. Se van a México y después se separan. Cuando triunfa la revolución cubana, “el patojo Cáceres” –así le decían- se va para Cuba y vive en la casa del Che… y un día se va para Guatemala y al poco tiempo muere, cuando desmantelan uno de los intentos guerrilleros. El Che se lamenta (dijo que no cumplieron las mínimas condiciones que debe tener una guerrilla). Lo llora y termina citando un poema que le escribe “el patojo” a una novia cubana, pero se puede interpretar que también está hablando de la revolución. Y él cita cuatro versos: “Toma, es sólo un corazón, tenlo en tu mano y cuando llegue el día, abre tu mano para que el sol lo caliente”. Termina el libro, empieza mi afición por la poesía.
Para el Che, entonces, el hombre nuevo no sólo tiene una sólida formación teórica marxista que se nutre a diario; no sólo es poseedor de un pensamiento político autónomo y crítico; no sólo tiene como virtud principal la honestidad y como bandera la lucha revolucionaria… sino también tiene un alto sentido artístico, porque debe ser un hombre tan culto como combativo.
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