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2010/12/31

EDH-Reflexiones en torno a Navidad

 Carlos Mayora Re.31 de Diciembre. Tomado de El Diario de Hoy.

Al ver los "nacimientos" y sus figuritas en la sala de la casa, al oír los villancicos y haber celebrado con la familia, se facilita pensar en algunas de las circunstancias que rodearon el nacimiento de Jesús, y atisbar algunas consecuencias.

El portal: una cueva, un cobertizo destinado a cobijar el ganado en las noches frías de invierno. Belén, un pueblecito que si no fuera por el nacimiento del Salvador jamás habría ocupado un lugar en la historia: poco más que un puñado de casas arracimadas en las faldas de una colina.

Los contemporáneos de Jesús vivían de la agricultura, sujetos a las veleidades del clima. Otros eran pastores, llevaban sus rebaños a los límites del pueblo, justo donde comenzaba el desierto. La mayoría pobres, como en nuestros tiempos. Vivirían al día, preocupados por las mil y una circunstancias que implica una economía de supervivencia.

A lo lejos, en el horizonte, todavía se destaca la silueta del palacio de Herodes, un gobernante siniestro que no dudó en matar a sus súbditos, sin importar que fueran niños o adultos, cada vez que veía amenazado el trono que había conseguido con intrigas y sobornos.

Los judíos se sabían pueblo escogido, eran orgullosos de su estirpe y confiaban en que tarde o temprano recibirían las noticias del nacimiento de el Salvador. Seguramente, cada vez que veían las patrullas romanas por las callejuelas, o se cruzaban con los puestos de recaudación de impuestos, oraban a su Dios pidiéndole que apurara la llegada del libertador.

No vivían, en general, mejor que nosotros. Las condiciones de salubridad, seguridad pública, nutrición y esperanza de vida eran bastante inferiores a las actuales. Las guerras y epidemias diezmaban los hombres, y el número de viudas y huérfanos era muy considerable.

Y nació el Salvador. Jesucristo, que vino a mostrarnos cómo debemos vivir. No vino a buscar conflictos, al menos los que tienen que ver con el poder político, o con los que se consideraban en la posesión indiscutible de la interpretación de la Ley… aunque terminó dando su vida sin resistencia a los que, Pilatos mediante, lograron la muerte del incómodo que se hacía Dios.

No vino a luchar por remediar el presente que le tocó vivir, sino a dejar una esperanza real a los miles de millones de hombres que serían. No traía la paz para unos pocos, traía la Paz para las conciencias de todas las personas de buena voluntad. No traía la verdad para un puñado de exégetas de la Ley, traía la Verdad para todos los que, con ojos limpios, intentarían a lo largo de los siglos conocer a Dios.

No venía a buscar conflicto, pero tampoco rehuyó decir verdades ni expulsar a los vendedores que abusivamente habían hecho del Templo su mercado. Su misión no era política, pero dejó establecida la legitimidad del poder y la autonomía de los hombres en lo económico, político y social. No retrocedió ante el error ni la injusticia, pues conocía exactamente la naturaleza de las tiranías que venía a derrotar.

Actuó con mentalidad de eternidad en una parcela de tierra, y en un período de tiempo muy limitados. Sus discípulos le entendieron, y extendieron el cristianismo por todas las direcciones del mundo conocido. Quienes pensaron que era un libertador temporal, murieron con esa idea; quienes comprendieron a fondo su mensaje perviven con Él en el tiempo.

La Navidad tiene un contenido inabarcable. Las verdades que comenzaron a ser hace dos mil años no han perdido vigencia, ni alcanzado su plenitud. Siguen esperando brazos fuertes, corazones grandes y cabezas nobles, que difundan el mensaje de esperanza que comenzó con la encarnación del Hijo de Dios.

elsalvador.com :.: Reflexiones en torno a Navidad

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