Guillermo Mejía.27 de Diciembre. Tomado de Raices.
De todos es conocido cómo el ascenso al poder formal por parte de la izquierda ex guerrillera, con la figura del ahora presidente Mauricio Funes, representó muchísima esperanza –y aún lo reflejan los estudios de opinión- aunque cada vez, en la práctica, desde ambos puntos (presidente y partido) tambalea aquello de que las cosas “ahora serán diferentes”.
Por un lado, el amarre de Funes con intereses corporativos, empresariales, alianzas de dudoso origen, entre otras cosas, opaca esa expectativa que renació en los salvadoreños luego de veinte años y cuatro gobiernos de Alianza Republicana Nacionalista (Arena), período nefasto donde sucumbió la oportunidad de construir una nueva sociedad luego de la guerra civil.
Por el otro, el partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) pasó de una propuesta sólida con referente de izquierda, con mayúscula, a un enredo conceptual donde el oportunismo camaleónico se manifiesta de acuerdo a la ocasión. De repente es rojo-rojito, bajo la consigna de la Alba, y en un abrir y cerrar de ojos se destiñe más allá de rosado.
Los ejemplos del papaloteo del presidente y del partido de gobierno son patéticos, aburriría repetir lo que muchos críticos, en especial desde la izquierda, han denunciado en los espacios de información y opinión y, claro, la cantidad de sitios creados alrededor de las nuevas tecnologías con las redes sociales, blogs y páginas web.
En esta ocasión creo importante referirme al hecho de que el partido Fmln se alió al partido de derecha Arena, para torpedear la consecución de las candidaturas independientes –en este caso de diputados- en lo que se puede calificar como una alianza perversa cuyo único fin es proteger a la caduca y parasitaria clase política nacional.
Solamente eso faltaba en el partido tradicional de izquierda, darle la espalda a una buenísima oportunidad para la construcción de ciudadanía que cada vez más se demanda desde diversas posturas políticas y sociales, en especial alrededor de la sociedad civil, para posibilitar la liberación del ejercicio del poder secuestrado por la partidocracia (el Frente entró de gala).
Con esa acción política que representa una burla para el pueblo salvadoreño, sus militantes, sus simpatizantes, sus colaboradores, sus votantes, etc., queda sepultada su carta de principios y su plan de gobierno. Le echan tierra a las cositas que han logrado hacer en su período de gobierno, porque tampoco vamos a decir que no han hecho nada.
Para tratar de aclarar un poco el concepto, Funes dijo en estos días que se siente contento porque la gente (que le reconoce con más del 70 por ciento) ha entendido que no todo se puede lograr en su período presidencial, algo lógico, aunque no asume –o se enoja si lo consultan- sobre los “buenos procederes”, en todos los aspectos de su gobierno, como servidor público. Así las cosas.
La participación ciudadana como respuesta
Como los salvadoreños se merecen una sociedad más justa y democrática, además tienen derecho a la construcción de su futuro, hoy más que nunca debería ser materia de discusión y de trabajo la organización política y social desde las bases, más allá de la clase política oportunista, para llevar a la realidad el ejercicio de ciudadanía crítica.
Desde la visión del dirigente izquierdista italiano Antonio Gramsci, sería darle vida a uno de los planos superestructurales de la sociedad, donde se encuentran los organismos privados, instituciones y medios que defienden y trasmiten valores, costumbres y modos de vida (escuelas, medios de comunicación, familia, iglesia, sindicatos, asociaciones culturales, asociaciones profesionales, etc.).
Bajo la perspectiva libertaria, de cara a los suprapoderes y el Estado, y sus empleados de turno que salen de esos partidos políticos que se alían cuando les conviene –como en esta ocasión. No se puede negar que es un trabajo de hormigas que requiere de obreros, tiempo y espacios, pero que puede significar en un futuro la construcción de esa nueva sociedad.
Tampoco podemos desperdiciar los mecanismos que ya están instalados o en proyección porque la lógica y dinámica de los tiempos lo demandan; por ejemplo, el hecho que ya dentro de poco se tendrá una ley de acceso a la información pública que, como he dicho en un artículo anterior, si bien le faltan colmillos nos abre la posibilidad de comenzar a fiscalizar el ejercicio del poder.
Así, encontramos otros espacios que por esa misma lógica y dinámica de los tiempos se han ido conquistando a lo largo de estos años, luego de la guerra civil, como los derechos de la niñez, de la mujer, de los adultos mayores, la verificación del cumplimiento de los derechos humanos, la transparencia en el ejercicio del poder, etc.
Desde el trabajo de la comunicación social hay muchas tareas que cumplir. La construcción de ciudadanía y la participación ciudadana se han tornado un paradigma que está muy en boga, independientemente del tipo de sociedad y sistema de gobierno, a fin de conquistar esa participación de la gente en la toma de decisiones.
En la coyuntura actual, sería pedir mucho al sistema de comunicación colectiva, en especial a los medios tradicionales que representan la mayor parte del pastel, pero como se trata de un trabajo cívico enquistado en las comunidades y organizaciones de base, se puede posibilitar esa participación desde la comunicación alternativa que tiene espacios nada despreciables en este país.
La comunicación social es algo que no se puede dejar en manos caprichosas, la ciudadanía tiene que, por un lado, demandar un mejor ejercicio del periodismo y, por otro lado, lanzarse –junto a profesionales comprometidos- a su participación en esa comunicación social desde su realidad y sus anhelos. La clase política caduca, parasitaria y oportunista merece una respuesta.
Guillermo Mejía, periodista y profesor universitario, miembro del equipo editor de Raíces y tiene su blog: Errabundo http://mejiaguillermo.blogspot.com/
que buen análisis, lo comparto
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