25 de Diciembre. Tomado de Diario Co Latino.
Los cristianos, principalmente los católicos, a escala mundial, celebran este día la víspera del nacimiento de Jesús Cristo, el hijo de Dios, que puede conmemorarse con una efeméride estrictamente espiritual, aún con todas sus implicaciones políticas, sociales y culturales.
Desde el punto de vista espiritual, como suelen hacerlo algunas religiones, y sobre todo, sectas, lo hacen suyo como un ente estrictamente espiritual, del mundo etéreo, del más allá. Sin más implicaciones, y por lo tanto, sin más complicaciones. Solo es cuestión de fe y seguir rituales.
Para otros, Pensar en Jesús Cristo es eso y más. Es también entender su praxis de fe en un mundo histórico concreto, que dejó grandes enseñanzas para practicarlas en el mundo terrenal, para ganarse el mundo celestial, en el más allá.
Jesús Cristo, quien redujo los mandamientos, que originalmente eran diez, en dos: Amarse los unos a los otros, y amar a Dios sobre todas las cosas.
Esos mandamientos son, definitivamente, una forma de vida tanto espiritual como material.
Los salvadoreños y salvadoreñas necesitamos no solo repetir esos mandamientos, sino ponerlos en práctica.
Y es que, en un país, donde los problemas trascienden a la violencia cotidiana, se debe meditar profundamente sobre el mensaje que quedó plasmado en las sagradas escrituras, recopilado por los evangelistas, en el que destaca el amor que emana de Jesús Cristo.
Si se ama, ¿cómo se podrá desear el mal a alguien? En eso estriba la reflexión que habrá que llevar a la práctica en esta época y con sabiduría trasladarla a la vida diaria durante los 365 días del año.
Jesús, el Cristo, resumió los diez mandamientos en el amor, y nos dejó esa enseñanza que perdura, aunque muchos no la aceptan, mas bien la desconocen, sumidos en una vorágine de odios y rencores que solamente se traducen en delincuencia, muerte, cárcel, y todo aquello que golpea a las sociedades como la nuestra, que fuera de nuestras fronteras es catalogada como una de las más violentas.
Ahora, cuando ya estamos a escasas horas de celebrar otra natividad del niño Jesús, los que amamos, que seguramente somos más, no solamente debemos elevar una plegaria sino que también ser ejemplos vivos como lo fue Monseñor Oscar Arnulfo Romero, para que todos los salvadoreños alcancemos la paz y el perdón, y reconozcamos en el amor la única vía para ser verdaderos hermanos, fundamentados en los valores morales y espirituales, con fe y esperanza solidaria.
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