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2010/12/24

EDH-Editorial-Noche silenciosa y santa, noche de amor y alegría

 Este veinticuatro compartamos nuestro pan y nuestra alegría con algún desdichado, o reconfortemos al niño sin juguete, dándole uno de los nuestros. La sonrisa de ese niño será el mejor obsequio

24 de Diciembre. Tomado de El Diario de Hoy.

 

Muy pocos días antes de la Navidad de 1818, hace ciento noventa y dos años, el órgano de la Iglesia de San Nicolás de Oberndorf, cerca de Salzburg, en Austria, se arruinó, para consternación del párroco de 26 años, José Mohr. Como era imposible repararlo antes de los servicios de la Nochebuena, Mohr pidió ayuda a su amigo, el organista Francisco Xavier Gruber, entregándole al mismo tiempo unos versos que acababa de escribir. Gruber compuso música para el poema y ambos lo cantaron durante la noche de Navidad con el acompañamiento de la guitarra de Mohr.

Fue esa la vez primera en que se oyó la canción "Stille Nacht, heilige Nacht..." ("Noche silenciosa, noche santa", que conocemos como "Noche de paz, noche de amor..."), melodía que en todo mundo evoca la magia navideña. La celebración de la Nochebuena es ya una tradición universal, aun en los pueblos no cristianos, pues su mensaje de amor, de ternura y de sosiego, cautiva a todos los buenos corazones.

La Navidad es, primordialmente, una celebración para los niños, una fiesta de familia. De las memorias más bellas y tiernas que puede alguien tener de su infancia, muchas son de Navidades felices al lado de los padres, junto a parientes y amigos que comparten la alegría y las emociones de esas horas.

La Navidad es la cena íntima, los árboles decorados y los villancicos, los "nacimientos" tan propios de nuestra cultura latina y el San Nicolás, "Santa Claus", que nos trae regalos y que lleva nuestros presentes a las personas que queremos, admiramos o deseamos agradar. Yo todavía creo en Santa Claus: estuve un día en Bari, en la Puglia, casi donde el Adriático se vuelve Mediterráneo, en una visita a la hermosa catedral consagrada a él, al obispo que nació en Asia Menor.

San Nicolás ya no reside, sin embargo, en su catedral románica, en esa mole de piedras que tocan suavemente, en un mudo homenaje, las olas del mar, sino en algún sitio del Polo Norte (¿Y por qué no será en el Polo Sur?), donde pasa hibernando como los osos. Pero a diferencia de los osos, siete días antes de que finalice el año, "Santa" recorre el mundo en su trineo dejando momentos de alegría para los niños que se portan bien, que hacen sus deberes, que no contestan mal a sus padres y que se acuestan temprano.

Compartamos el pan y la felicidad

Debe haber algún santo amigo de Nicolás que se ocupa de las cenas navideñas, dándoles el sabor y el ambiente cuyo recuerdo, por lo general, nos es más grato que el de los presentes recibidos. Jesús Nuestro Señor, bendijo los banquetes y el hermanazgo que nace y se nutre en ellos. Comer juntos en ocasiones festivas, regocijarse con otros, crea vínculos muy fuertes entre las personas. Todo eso nos ayuda a preservar el espíritu navideño por el resto del año.

De todos los platos que se preparan para "el veinticuatro", los tamales son nuestro favorito. Es triste pensar que para esta Nochebuena habrá tantos niños sin regalos, sin sus tamales, con los cuales celebrar esta linda fecha. Muchos irán a la misa del Gallo a revivir el Milagro del Pesebre y de los pastores; otros, de seguro, dormirán y en sus sueños van a encontrarse con San Nicolás, en su mansión de diamante, quien les llevará a ver las fábricas donde se hacen los juguetes.

Este veinticuatro compartamos nuestro pan y nuestra alegría con algún desdichado, o reconfortemos al niño sin juguete, dándole uno de los nuestros. La sonrisa de ese niño será el mejor obsequio de la noche.

elsalvador.com :.: Noche silenciosa y santa, noche de amor y alegría

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