Acaba de hacerse presente ante el público un movimiento liderado por el Presidente de la República, que es de carácter político pero no acaba de definirse como tal; y que, según el anuncio, le dará apoyo al Gobierno, sin que se aclare en función de qué ni a falta de qué.
Escrito por Editorial.18 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica.
El sistema de partidos políticos tiene, en nuestro país, desde que el escenario nacional entró en fase de normalización luego de concluido el conflicto bélico interno, un espacio favorable para que las organizaciones partidarias se consoliden y se desarrollen, conforme a su naturaleza, rol y función dentro de la democracia. Es evidente que los partidos no han estado ni están a la altura de sus propias circunstancias, y muchas de las inconsistencias, incongruencias y quebrantos que surgen en el día a día del proceso derivan de que los partidos aún no son instituciones en el verdadero sentido de la palabra ni han asumido el papel representativo que les corresponde.
Así las cosas, el proceso mismo se impulsa hacia este momento, en el que por primera vez se da la alternancia en el ejercicio del poder político; pero esto, que debería generar más claridad y sustantividad en la competencia partidaria, ha venido desembocando en más incertidumbre y dispersión. Ha habido alternancia, pero ya no se sabe de qué a qué. Se suponía que de la derecha a la izquierda; pero los inocultables problemas de entendimiento entre el Gobierno y su presunto partido provocan esta especie de sopa de distanciamientos y componendas en la que hoy estamos flotando.
Acaba de hacerse presente ante el público un movimiento liderado por el Presidente de la República, que es de carácter político pero no acaba de definirse como tal; y que, según el anuncio, le dará apoyo al Gobierno, sin que se aclare en función de qué ni a falta de qué. No es que contar con un movimiento social de apoyo esté mal en sí, pero hay que tener claro que son los partidos los sujetos responsables de activar el sistema político.
Partidos en desconcierto
Insistimos, como hemos venido haciéndolo de manera sistemática, en que hay que cuidar y fortalecer en forma constante el sistema de partidos políticos, para no caer en situaciones de vacío que puedan conducir a aventuras de coyuntura que se vuelven permanentes, como sucede en algunos países sudamericanos. Nuestros partidos –principalmente los dos emblemáticos de la derecha y de la izquierda ARENA y el FMLN– han sido fuertes, más por voluntad ciudadana que por méritos acumulados.
Pero en la coyuntura de la alternancia, que ha significado para ARENA una derrota anunciada pero no asumida y para el FMLN una victoria lograda pero no concretada, pareciera que todos los partidos, y no sólo los dos mencionados, están inmersos en el desconcierto.
Nada está escrito en definitiva al respecto. No se sabe aún cómo va a resolver cada quien sus respectivos desafíos. ¿Podrá el Presidente sostenerse con firmeza sobre entendimientos de pura coyuntura con fuerzas políticas distintas a la que lo llevó al poder y con sustentos sociales más bien indefinidos? ¿Podrá el FMLN salir airoso del limbo cómodo en el que ahora se encuentra, que es tan diferente a su propia índole anímica? ¿Podrá ARENA surgir de su marasmo con energías verdaderamente renovadas? ¿Serán capaces los otros partidos de estructurar estrategias que les permitan manejar agendas que no sean meros complementos beneficiosos de las de otros? El tiempo lo irá diciendo, y más temprano que tarde, porque los tiempos políticos van siempre acelerados.
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