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2010/05/25

EDH-¿Y entonces, Presidente?

 Escrito por Federico Hernández Aguilar.26 de Mayo. Tomado de El Diario de Hoy.

Supongo que ya sabe, Presidente, que cierto vicepresidente de la Asamblea Legislativa, cuyo discurso público cambia con más frecuencia que el color de sus cabellos, se muere por llegar a ocupar el cargo que usted ostenta. Curiosamente, el personaje en cuestión es de los diputados, digamos, «oficiales» que más atacan su labor al frente del Ejecutivo. Hace algunas semanas, ni más ni menos, al pie del célebre "palo de hule", este político se atrevió a poner en duda el coraje que usted podía tener para "sanear" el Registro Nacional de las Personas Naturales.

Sigfrido Reyes, claro, no abundó en explicar cómo se limpia una institución colocando allí a personas afines al partido en el poder. Imagino que lo obvió porque estaba rodeado de militantes del FMLN, que también vociferaban contra usted acusándole (entre otras cosas) de "traidor".

Por aquellos días, otra diputada de la bancada oficialista, Norma Guevara, aseguró que los partidos de derecha estaban "malcriando al Presidente de la República", en evidente alusión a la firme postura que usted había tomado ante la peligrosísima reforma institucional del RNPN, promovida con especial entusiasmo por estos adalides del «saneamiento» institucional.

Jamás escuchamos a doña Norma o a don Sigfrido aportar argumentos contundentes a favor de la criticada reforma: todas sus declaraciones, abundantes y retóricas, terminaban apuntando a la necesidad de creer en la buena fe del FMLN, pidiéndole con energía a usted, señor Presidente, que «confiara» en el partido que lo había postulado como candidato.

¿Confiar? ¡Se dice fácil! A la diputada Guevara ni se le colorea el rostro cuando pide confianza en un partido que, desde la oposición, se declaraba comprometido con la despartidización de las instituciones, pero que ahora exige, merced a su última votación, colocar en puestos clave a personas que sólo ellos pueden considerar "idóneas".

Semejantes incongruencias discursivas no son sostenibles, Presidente, y por eso entiendo su creciente desconfianza en el FMLN. De hecho, esa mayoría de salvadoreños que le eligió a usted como mandatario tampoco endosó su voto a favor de las ideas que siempre ha defendido el ahora partido en el gobierno. Y si nos atenemos a los últimos datos arrojados por la encuesta de JBS, a la población le sigue inquietando el libreto histórico efemelenista.

Usted, luciendo una impecable camisa blanca, manejó su campaña prometiendo que no se alinearía a la órbita chavista y que sus referentes iban a ser los presidentes Lula y Obama. Nos prometió defender la Constitución, respetar el actual régimen monetario, trabajar sin amarres partidarios y mantener buenas relaciones con Estados Unidos. Y ha cumplido.

Por otra parte, a pesar de lo que digan hoy los líderes del FMLN, jamás nos dijo usted, señor Presidente, que compartía los anhelos de reformas constitucionales, que después ha planteado su compañero de fórmula, Sánchez Cerén. Tampoco afirmó que su candidatura implicaba un giro al socialismo, como luego han querido interpretarlo ciertos azuzadores callejeros.

Usted, hasta la fecha, ha sabido honrar las palabras que hicieron que muchos salvadoreños creyeran en un cambio de gobierno sin saltos al vacío. En consecuencia, si los dirigentes del FMLN, durante toda la campaña, fueron incapaces de hablar claro y plantear sus desavenencias con aquella plataforma suya, lo correcto es que asuman la responsabilidad que tienen, aceptando que su verdadera intención nunca fue la de acuerpar un discurso de moderación, sino la de utilizar a un "outsider" que les sirviera para ganar los espacios de poder que les negaban tercamente las urnas.

Es el FMLN, señor Presidente, quien debe explicar por qué se pasó buena parte del primer año de gobierno refutando que hubiera diferencias sustanciales entre ellos y usted, contra la opinión de casi todos los analistas respetables del país. Son los dirigentes que hoy le critican los que tienen la obligación moral de responder por qué las promesas que sostuvieron, a lo largo de varios meses de proselitismo, ahora les parecen una "traición al pueblo". Déjeles a ellos las explicaciones incómodas, porque son ellos los que se colocaron, por su gusto y gana, en la situación de impostura, fingimiento e incoherencia que les está pasando factura.

Pero no se confunda, Presidente, ni quiera confundir a quienes aplaudimos su distanciamiento del FMLN. Muchos radicales están impulsando agendas partidarias desde su gabinete, estableciendo dominios territoriales a través del aparato estatal. Las grandes apuestas conceptuales del Ministerio de Educación, por ejemplo, que usted puso en manos de su vice, siguen siendo un misterio, así como los planes estratégicos de otras carteras importantes.

Si de verdad quiere acallar los rumores que califican a su gobierno de "contubernio simulado", sea ágil, firme y consecuente. No vaya a terminar su gestión, dentro de cuatro años, con la satisfacción personal de haber regañado a todos sus ministros, pero habiéndoles dejado operar a su antojo como militantes. El tiempo de los discursos se acabó. Ha llegado la hora de las grandes definiciones.

elsalvador.com :.: ¿Y entonces, Presidente?

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