Escrito por Carlos Mayora Re.29 de Mayo. Tomado de El Diario de Hoy.
Las últimas semanas ha sido noticia la situación económica de algunos países europeos. Entre todos, quizá nos llama un poco más la atención España, pues de ser una economía pujante ha pasado a formar parte del grupo de los países en riesgo de sostenibilidad financiera.
José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español, ha hecho algo insólito al postular unas medidas económicas radicales, tales como la reducción de salarios de los funcionarios públicos y la pérdida de prerrogativas de los sindicatos. Los españoles han acogido su proposición de diversas maneras, que van desde el escepticismo hasta el entusiasmo, pasando por la preocupación y la incredibilidad.
Sin embargo, le han tomado en serio: propios y ajenos, gobierno y oposición, empresa privada y sector público. Sin importar que se haya contradicho, que sea culpa de su gestión parte de lo que les pasa, que sus principios ideológicos no coincidan con los propios, ni que intente tarde lo que debería haber hecho antes.
La imposibilidad de devaluar la moneda, ha obligado a España a pensar seriamente en medidas drásticas, para ajustar su andadura económica a la de sus compañeros europeos. De lo contrario, no sólo peligra su pertenencia a la Unión Europea, sino la Unión misma.
Por eso no ha dudado, al parecer, en traicionar promesas explícitas, declaraciones oficiales, pactos sindicales, y no le ha quedado más remedio que apretarse el cinturón. La verdad, es que no podía hacer menos en un país donde el desempleo ya ha alcanzado el veinte por ciento, y en el que uno de cada cinco españoles no sólo no trabaja, sino que se convierte en una carga para el Estado al cobrar seguro de paro laboral.
Tiene que recaudar más impuestos, reducir gastos y lograr una reactivación económica… Y para eso no basta modificar el IVA, y alzar las tasas al tabaco y alcohol. Ni tampoco contratar un ejército de inspectores fiscales, ni hacer más eficientes los controles cruzados a la hora de supervisar las declaraciones. Tiene que hacer mucho más que recurrir, como la mayoría de los gobernantes, a una demagogia más o menos convincente, y actuar con rumbo bien definido.
Ha hablado de reforma financiera del Estado, pero también ha hecho referencia a una reforma laboral en el sector público. Y eso que España es un país en el que buena parte de los funcionarios son de carrera, con estudios específicos, que han accedido a sus puestos de trabajo por medio de concursos y oposiciones oficiales. Con una "meritocracia" transparente y socialmente aceptada.
También a pesar de contar con una tradición democrática joven, que no ha sido obstáculo para que la gobernabilidad esté asentada en pactos fiscales, sociales y políticos, Buen ejemplo para otros países, especialmente para los que siguen pensando que el rol del que gobierna se diferencia poco del de jefe de clan.
Los españoles se la juegan en puntos vitales: deben recuperar sus tasas de productividad sin salirse de la zona euro… Y tienen que demostrarse que son capaces de mantener un Estado mastodóntico y unas prestaciones sociales fuera de la realidad de sus capacidades financieras.
Ante ese panorama, a Rodríguez Zapatero no se le ocurrió culpar a administraciones anteriores, ni quiso apelar a "verdades" históricas, o a estructuras de poder heredadas de las que él no tiene responsabilidad. Ha tenido la valentía de reconocer (o la obligada opción de cambiar so pena de perder su condición de miembro de la Unión, depende desde donde se vea), que es el presidente del gobierno español, y en sus manos está la conducción para superar la crisis, y marcar el rumbo futuro de su país.
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