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2010/05/27

Simpatizantes del FMLN-Los diputados del FMLN y el presidente Funes

 27 de Mayo. Tomado de Simaptizantes del FMLN.

La estabilidad y el respeto jurídico y de las leyes son fundamento de una democracia, sobre todo cuando se viene de largos años de autoritarismo y se comienzan a sentar las bases para un sistema basado en la tolerancia, el Estado de Derecho, el respeto a los derechos humanos y la convivencia pacífica.
Las actuales discrepancias y puntos de vista diversos entre los magistrados de la Corte Suprema de Justicia más que alentar peligros debe verse como una independencia de criterios y razonamientos basados en una interpretación distinta de la aplicación de las leyes o del estudio de las demandas en el seno mismo de la Sala Constitucional.

Por desgracia no hemos tenido en años una plena separación de poderes y no ha existido lo que en los Estados Unidos se llama un “sistema de controles y equilibrios”. El Ejecutivo casi siempre es el de mayor peso y el que ordena y hasta “sugiere” la aprobación de leyes en la Asamblea Legislativa y la aplicación de las mismas por parte de la Corte Suprema de Justicia y de los tribunales respectivos. Cuando se producen deliberaciones y posiciones encontradas entre los magistrados, tal y como ocurre actualmente, se habla de rivalidad y hasta de tensión y “grave antecedente” para la incipiente democracia. Nada de eso.

Esa supuesta tensión, ha sido el motor del progreso en los Estados Unidos. Si los tres poderes actuaran de común acuerdo, no habría el tipo de cambio que existe en ese país. Lo mismo podríamos decir de Francia e Inglaterra, viejas naciones surgidas del imperio de la ley. Desde luego, no siempre fue así pero a la larga ha triunfado el Estado de Derecho sobre el absolutismo y las monarquías, ahora en Gran Bretaña, más una especie de adorno y tradición que recurso de poder y mando sobre la población.

Los presidentes militares sufridos por El Salvador se arrogaban el derecho de aplicar las leyes, de decir cuáles eran buenas y cuáles malas para el bienestar del país; en el pasado reciente el presidente Francisco Flores vetó cuantas leyes quiso y “sugirió” la aprobación de otras (caso de la Ley de Integración Monetaria, conocida popularmente como “dolarización”) porque “serían adecuadas para el progreso y el bienestar de la nación”. Este infame mandatario causó graves e irreversibles daños a la nación y nos llevó a una profunda recesión y crisis económica de la cual todavía no podemos salir. Habló de “mano dura” para combatir la delincuencia y al cabo de su mandato había más homicidios, robos y extorsiones diarias. Habló de no aumentar impuestos a la población –algo que todo ciudadano ve con buenos ojos—pero desmanteló todo intento de programas sociales para las familias más vulnerables del país. Los que salieron fortalecidos después de cinco años de su desgraciado mandato fueron las “grandes” empresas y los monopolios y corporaciones internacionales.

Más allá de esas tristes historias y de las pobrísimas interpretaciones que se hacen del “enfrentamiento” entre grupos de magistrados, nosotros quisiéramos ver la aprobación de más leyes de beneficio popular por parte de la Asamblea Legislativa, y por parte de la Corte Suprema de Justicia resolver las tantas demandas que desde hace tiempo duermen el “sueño de los justos” y que las leyes se aplicaran conforme establece el derecho. Cuando en este país los pobres dejen de “librar” las guerras de los ricos y se reconozca el derecho de todos los ciudadanos a la educación, la salud, la vivienda y el empleo digno, entonces podríamos afirmar que las instituciones están funcionando y que en la aplicación de esta idea descansa el verdadero espíritu de la democracia, la justicia y la paz social. Lo demás son simples interpretaciones y apariencias para reflejarse en el espejo de las vanidades.

Cómo quisiéramos nosotros que de la Asamblea Legislativa emanaran muchas leyes de ayuda a los débiles, de lucha contra la pobreza y la marginación. De igual manera que los jueces las aplicaran con creatividad y apegados al más estricto derecho, simplemente como demanda la Constitución; lo decimos porque en su aplicación ha habido errores, escándalos a veces, ineficacia a menudo. Esto ocurre siempre con la burocracia y más cuando se trata de programas experimentales o simplemente porque las leyes o decretos van contra el autoritarismo, la avaricia o el enriquecimiento ilícito, como ocurrió recientemente con la aprobación de un decreto que eliminaba el cobro de acceso a la telefonía fija. El presidente de la república, desde luego, cometió un error al no sancionarlo y regresarlo con observaciones al seno de la Asamblea Legislativa. En este, como en otros casos, se convivió con errores y escándalos no para corregir una práctica nefasta en contra de la población, sino para consolidar “legalmente” una estafa contra la nación.

Desde luego, todos estos programas se han convertido en leyes. Y el presidente, al tomar posesión de su cargo, jura hacer cumplir las leyes. Sin embargo, tanto la Corte Suprema de Justicia, los jueces y demás, al no aplicar el espíritu del derecho, dar pronta y cumplida justicia; así como el presidente Funes, al negarse a sancionar una ley de claro beneficio popular, de ayuda a los pobres y débiles, rompe su juramento. Aquí no se trata de que actuó para disminuir el poder del Congreso, sino para satisfacer peticiones de consorcios internacionales y para beneficio de sus convicciones conservadoras. El titular del ejecutivo sabe muy bien que, una vez observadas o anuladas, costará mucho volver a aprobarlas, pues se necesita la mayoría de votos y desgraciadamente el FMLN no cuenta con esa mayoría y siempre lucha en contra de la derecha y la aritmética legislativa. Por eso surgen luego también esas perversas “componendas” que desde la presidencia se alientan en el seno de la Asamblea Legislativa.

El presidente de la república no siempre reacciona de acuerdo con las necesidades más sentidas de la población. Lamentablemente ha perdido la brújula y hay mucho desconcierto y las dudas se acumulan entre los salvadoreños. El FMLN está reaccionando como un partido maduro y de experiencia, muchos “analistas” y políticos no lo ven así y quisieran que de una vez por todas se desligara del gobierno. Lo que se olvida es que el señor Funes, cumplido su mandato de cinco años, se retira a su vida privada; pero el FMLN sigue en su ideario de construir un país mejor, al menos como lo estipulan sus estatutos y principios doctrinarios. En las actuales circunstancias ha quedado demostrado que hacer y aprobar leyes no sirve de nada si el mandatario no las sanciona y sólo lo hace con las que particularmente considera “buenas”, al menos para no desalentar o “ahuyentar” como él llama, la inversión extranjera.

Como se ha visto hasta ahora, el presidente es “hábil” y los diputados del FMLN están en una clara posición de desventaja. ¿Tendrá en el valor de salir de ella con decisiones enérgicas? Es difícil saberlo; pero estamos seguros que los dirigentes más sobrios, de experiencia y reflexivos de esta institución política probada en los combates más duros, sabrán responder con decoro, coherencia y sabiduría pues es lo menos que demandan y reclaman más de un millón de salvadoreños que siempre los han respaldado. Los más recalcitrantes y ortodoxos de la su militancia, deben de aprender y tomar en cuenta la experiencia de Salvador Allende, en Chile, donde muchos radicales del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) le exigieron a su presidente “actuar con mayor dureza en contra de las instituciones democráticas”. Ciertamente no se trata de ser tolerantes y pasivos contra los burgueses y la extrema derecha; pero tampoco se puede cambiar de la noche a la mañana un determinado modelo económico e instaurar uno nuevo, sobre todo cuando el país carece de recursos propios y todavía no se tiene el control del poder económico, político y de los medios de difusión. Es decir, el aparato ideológico. En todos los campos y en todo momento, debe meditarse, reflexionar y no actuar por capricho, odio, revanchismo o venganza.

Publicado por pocote

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