Lo que nos viene faltando en el país es una verdadera cultura de prevención, que funcione como eficiente estrategia de anticipación institucional y social que vaya superando fallas estructurales e insuficiencias de tratamiento.
Escrito por Editorial.31 de Mayo.Tomado de La Prensa Gráfica.
La tormenta tropical Ágatha es la primera gran señal de una temporada que se anuncia cargada de alarmantes amenazas climáticas. Esto, para nosotros, es llover sobre mojado, porque ya las condiciones de buena parte de nuestra población nacional son suficientemente adversas para encender distintas luces de alerta. En este caso, las autoridades gubernamentales tuvieron que declarar la alerta roja, para desarrollar una serie de medidas principalmente preventivas. El fenómeno pone a prueba, una vez más, los mecanismos de respuesta institucional ante situaciones de crisis, y es en este punto donde tendría que venir de inmediato una evaluación de lo que tenemos y de lo que no tenemos, de lo que se hace y de lo que se deja de hacer, para ir avanzando de veras por la ruta de la protección eficaz, sobre todo en función de los más vulnerables.
Hay muchas personas que, ante las órdenes o llamados de evacuación en caso de emergencia, se resisten a dejar sus viviendas por temor a perder sus precarias pertenencias. Las autoridades se seguridad se comprometen a proteger los lugares evacuados, pero la gente tiene poca confianza en ello, porque en la realidad de los hechos cotidianos la efectividad de la autoridad es siempre muy relativa, y este es otro de los puntos críticos que hay que resolver lo más pronto posible, para propiciar mejores y más confiables condiciones de verdadera normalidad.
La realidad es que nos aquejan vulnerabilidades de muy distinta naturaleza, y la suma de ellas mantiene al ambiente en constante inminencia de zozobra. De esto tendríamos todos que tomar la debida conciencia; y en especial tienen que hacerlo las autoridades, en vez de estar obsesionadas por autojustificarse a toda costa.
La cultura de prevención
Cada vez que se produce una emergencia, de cualquier naturaleza que sea, se activan mecanismos de obligada urgencia, que tienen más o menos efectividad en el momento; pero luego las cosas vuelven a lo que siempre han sido. En otras palabras, lo que nos viene faltando en el país es una verdadera cultura de prevención, que funcione como eficiente estrategia de anticipación institucional y social que vaya superando fallas estructurales e insuficiencias de tratamiento. Dicha cultura de prevención debe abarcar todos los niveles de la conducta personal, familiar, social e institucional. Si no tiene ese carácter abarcador, nunca se logra avanzar como se necesita.
Aunque luego de las calamidades las cosas parezcan volver a su anterior “normalidad”, lo cierto es que en la existencia concreta de las personas y las familias más vulnerables se va deteriorando progresivamente. Y tal acumulación de vulnerabilidad, que sólo se expone en momentos críticos, hace que la vida real de muchísimos salvadoreños sea cada vez más complicada e imprevisible. Esa imprevisibilidad, al unirse a otras inseguridades imperantes, golpea la suerte ya tan adversa de los más desprotegidos.
La lección principal que nos queda de situaciones como la generada por la tormenta Ágatha es que hay que trabajar con más dedicación, para atender condiciones y desafíos de vulnerabilidad, después de que pasa la emergencia. No haberlo hecho hasta la fecha es una irresponsabilidad que se paga cada vez más cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.