Editorial.25 de Mayo. Tomado de Raices.
Por lo que se desprende de formas cotidianas de actuación en la política, sin importar donde se verifiquen, se refleja que somos en la región uno de los Estados en que vale poco o nada la condición ciudadana. Los vicios se experimentan en cualquier instancia, sea en la máxima representación gubernamental o en las relaciones domésticas.
Dos casos particulares pueden orientar la exposición. En primer lugar, el encontronazo que se ha dado en la clase política ante la renuncia del ministro de Agricultura, Manuel Sevilla, porque no quiso prestarse al clientelismo político con la entrega de semilla mejorada. Según la queja, desde Casa Presidencial se ordenó favorecer a bases de los partidos Gana y PCN a cambio de acuerdos legislativos.
En segundo lugar, la inmovilidad ciudadana frente a la ola delincuencial que nos abate desde hace mucho tiempo atrás. El sistema mediático machaca las 13 muertes que suceden cada día, mientras las autoridades respectivas ya no encuentran qué decir. La población vive presa de la situación por la cantidad de fechorías, máxime que carece de una base organizativa para enfrentar el flagelo.
Ambos casos han dado pie a muchas interpretaciones, mas en el fondo se constata la fragilidad del sistema político que no ha dado el salto para viabilizar que otra forma de política es posible, a la vez que la ciudadanía –que debería mostrarse a cabalidad- aún carece de horizonte político y, por ende, de formas de organización y de expresión sociales.
Las serias advertencias que suenan en el ambiente ante la penetración del narcotráfico y el crimen organizado en la sociedad salvadoreña son el acabose. Al “gobierno del cambio” que lidera el presidente Mauricio Funes no le están saliendo las cosas como dice el libreto, más allá de la forma de relacionarse con su partido Fmln que también debe muchas explicaciones al conglomerado.
El reciente esfuerzo político aparecido alrededor del grupo de poder que acompaña al presidente Funes –titulado Movimiento Ciudadano por el Cambio- ha dado mucho qué pensar en la sociedad salvadoreña. No es posible que un movimiento ciudadano sea conducido por un presidente, mucho menos que la organización, como parece ser, esté montada en Casa Presidencial.
Configurada en movimientos sociales, la ciudadanía no debe ser cooptada por la política oficial o partidaria, porque ese tipo de esfuerzos es otra cosa. Los movimientos deben tener luz propia, proyectos de cara a la gente, etc., muy lejos del servilismo a que se puedan prestar al seguir al pie de la letra la consigna de un partido o de un caudillo.
Mucho se ha dicho y se puede seguir expresando en cuanto a la alta cuota que pagó el movimiento social salvadoreño porque se plegó, en el marco del conflicto armado, a lo establecido por la dirigencia del entonces guerrillero Fmln. La ausencia de autonomía llegó al grado que ahora, cuando es más que necesaria su existencia, nos encontramos ante un movimiento que está desdibujado.
Si bien es cierto hay expresiones sociales desde los microrrelatos, por ejemplo medio ambiente, género y participación ciudadana, entre otros, es notoria la ausencia de representaciones ciudadanas de arrastre y combativas paridas desde los barrios y colonias populares, instituciones educativas, iglesias, centros de trabajo, etc., que lideren las demandas ciudadanas frente a instancias de poder.
No está de más mostrar la preocupación por la ausencia de un sistema mediático alterno que diera cauce a esas demandas ciudadanas que brotaran de esas representaciones ciudadanas de arrastre. Con el sistema mediático dominante no es posible que se escuchen otras voces, pues lo más que esperan de la ciudadanía es que vaya a depositar el voto cuando corresponde. Vaya alivio.
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