Editorial. 23 de Diciembre. Tomado de Diario Co Latino.
Hace un par de meses, si no es que menos, una im- portante universidad reveló los resultados de una en- cuesta, en los que se reflejaban las preferencias religiosas de los y las salvadoreñas.
Y aunque mayoritariamente muchos y muchas se definían católicos, un buen porcentaje optaba por ser evangélico. No obstante, ambos sectores de la población, mostraban algo o mucho en común: el cristianismo. Es decir, católicos o evangélicos son seguidores de Cristo.
Siendo entonces, que en El Salvador predomina el cristianismo, como su máxima expresividad divina, lo lógico es que esa realidad religiosa debería verse reflejada en las relaciones sociales en El Salvador.
Las relaciones en la familia, en la comunidad, en el trabajo, en fin, en todo espacio público, debería ser diferente a las estadísticas policiales y judiciales. Más de 300 niños o niñas han sido vilipendiadas, si no es que asesinados. Más de 400 mujeres, también han sido asesinadas.
En el seno familiar, por ejemplo, la irresponsabilidad de los progenitores al cometer delitos contra sus propios hijos e hijas, es una realidad cotidiana.
En la calle, el chofer no respeta al transeúnte y le embiste con el camión o el autobús.
El transeúnte, si va armado, le dispara a quien le mira mal.
Y si lo vemos en temas más complejos, como los homicidios. El año que está por terminar ha dejado un promedio de 12 o 13 asesinatos diarios.
Claro, mucho de lo que pasa, pese al carácter cristiano de este pueblo, pasa por la falta de funcionamiento de la institucionalidad. Se ha instaurado todo un estado de impunidad, el cual debe transformarse desde la estructura gubernamental.
Pero ese estado de cosas puede ser cambiado también, en la medida en que, cada salvadoreño y salvadoreña, de forma individual y colectiva, se decida a propiciar cambios en esta nación.
La Noche Buena, que muchos y muchas esperan con ansias, debería ser un punto de reflexión de las familias salvadoreñas católicas o evangélicas, para comenzar a forma una sociedad más apegada a los valores cristianos, y por ende, más justos y tolerantes.
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