Hace algunas semanas el doctor José Fabio Castillo, en una entrevista televisiva, propuso una idea que a primera vista parece escandalosa. Al defender el derecho del FMLN a sumarse a la Quinta Internacional Socialista convocada por Hugo Chávez, y al negar que ese hecho constituya por sí mismo un grito de guerra contra los Estados Unidos, argumentó que también la gran potencia norteamericana sería socialista más temprano que tarde.
Escrito por Geovani Galeas.22 de Diciembre. Tomado de La Prensa Grafica.
El doctor José Fabio Castillo, que ha sido coordinador general del FMLN, aclaró sin embargo que no comparte las maneras del chavismo pero que sí se adhiere al espíritu de su propuesta. Creo que ese pequeño matiz, formal solo en apariencia, explica que un intelectual de su estatura vea el socialismo como una esperanza y no como una amenaza.
En efecto, desde una determinada perspectiva histórica y política, la predicción sobre el posible futuro socialista de los Estados Unidos no es para nada alarmante y sí tiene un alto grado de probabilidad. Incluso hasta podría afirmarse que se trata de un futuro inevitable. Intentaré explicarme.
Para Carlos Marx el socialismo era la consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas, es decir, del progreso material logrado mediante la industrialización. Por eso predijo que la revolución se realizaría en los países desarrollados: Francia, Alemania o Inglaterra. Sin embargo, a contrapelo de la teoría marxista, la revolución no solo no se produjo en esos países sino que ocurrió en la periferia atrasada y cuasi feudal: Rusia y China.
En esas circunstancias el socialismo se presentaba no como el resultado de la riqueza sino como un medio para superar la pobreza y alcanzar el desarrollo. Más o menos como poner los bueyes detrás de la carreta. Esa aberración generó regímenes que aunque se llamaron socialistas fueron más bien dictaduras totalitarias. El mismo experimento tuvo lugar en otros pequeños países subdesarrollados que pasaron de los autoritarismos tradicionales a las satrapías autodenominadas socialistas.
El factor ausente en todos esos casos fue la democracia, y el desastre no se hizo esperar. Al derrumbarse la Unión Soviética y sus satélites, lo que quedó en quiebra fue ese falso socialismo. En cambio, la vertiente socialista hija de Rosa Luxemburgo y no de Lenin, que partió del desarrollo previo, o en curso, e incorporó en su programa el componente democrático sí ha sido fecunda en Europa, y ha comenzado a serlo también en América Latina.
Hugo Chávez y Evo Morales se dicen socialistas, pero también Inacio Lula da Silva y Michelle Bachelet reclaman ese mismo apellido ideológico. La diferencia entre ellos es la misma que José Ortega y Gasset encontraba entre las nociones de revolución y reforma: mientras que la primera quiere cambiar de manera radical los usos, la segunda solo se propone corregir gradualmente los abusos.
Los cambios abruptos en Venezuela y en Bolivia traumatizan y dividen a la sociedad, al tiempo que retrasan el reloj del desarrollo económico. Los procesos evolutivos emprendidos en Chile y en Brasil, por el contrario, han implicado cada vez mayores niveles de integración política, armonía social y crecimiento económico. El factor diferencial, de nuevo, es el compromiso con la democracia, pero también la continuidad, y no la ruptura, del dinamismo económico del mercado.
Así las cosas, si al decir socialismo el doctor José Fabio Castillo está pensando en Noruega y España, en Brasil y en Chile, en democracia y sano equilibrio entre la libertad del mercado y la responsabilidad del Estado, su predicción para el futuro político de los Estados Unidos es probable y es deseable, y lo es también para nosotros.
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