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2009/12/23

LPG-Educación y capital social

Matin Carnoy, destacado investigador en el campo de la economía de la educación de la Universidad de Stanford, descubrió que detrás de los resultados de calidad mundial de los estudiantes de educación básica cubana en pruebas internacionales existen ciertas variables, entre ellas la más importante: un “capital social inducido por el Estado”, (Cuba's Academic Advantage: Why Students in Cuba Do Better in School, 2007).

Escrito por Óscar Picardo Joao.23 de Diciembre. Tomado de La Prensa Grafica.

Más allá de otras variables intervinientes como la escolaridad de los padres y madres, la especialización de los maestros, y un sistema hiper-centralizado con una burocracia eficiente, resulta sumamente importante reflexionar sobre el tema del tejido social.
Diseñar políticas educativas para impactar en lo pedagógico, en lo didáctico o curricular puede ser una tarea compleja pero plausible en cualquier sistema escolar; no obstante, el tejido o capital social de una nación se configura históricamente con la yuxtaposición de otras políticas y circunstancias sociales, culturales y económicas.

Nuestra sociedad –aun de posguerra– pautada por la violencia y la migración tiene un tejido social débil o fractal: muchas de nuestras familias están desintegradas, madres solteras, hijos sin padres o madre, abuelas o tíos asumiendo la patria potestad de miles de niños, televisores y tecnologías con alta exposición en la vida de los niños y jóvenes, niños trabajando, padres analfabetas o con baja escolaridad, etc. En El Salvador, en no pocos casos la Escuela es un hogar temporal, los maestros y maestras son padres putativos y los compañeros de aula son la familia anhelada; frecuentemente los docentes se quejan de las contradicciones y tensiones que viven los niños entre lo que aprenden en la escuela y lo que viven en su pseudo-hogar.

Mientras el currículum académico habla de Derechos Humanos, del cuidado al medio ambiente, de los valores constitucionales y legales; nuestros niños se enfrentan a más de diez homicidios diarios, a la basura que nos rodea por doquier y a los artilugios políticos para evadir las responsabilidades; lo que se logra en muchas horas en la escuela, se desbarata en minutos en la casa, en la comunidad y en la sociedad que vivimos.

Kavitha Mediratta, Seema Shah y Sara McAlister presentaron recientemente su libro “Community Organizing for Stronger Schools (Harvard Education Press, 2009), en el cual los autores examinan el rol de las organizaciones sociales y de la comunidad en los resultados educativos de las escuelas, señalando la analogía entre comunidades organizadas y fuertes con buenos resultados educativos, mejores indicadores sociales y reformas educativas eficientes.

En síntesis, nos basta con políticas educativas costo-eficientes y audaces para lograr la calidad educativa; la PAES no solo refleja lo que sucede en la escuela sino también la experiencia familiar y comunitaria, ya que la familia y la sociedad son educadoras; no podemos aislar a la escuela para que nos rinda cuentas de los resultados educativos, debemos preguntarnos: ¿cuán pedagógica es nuestra familia, nuestra comunidad y sociedad?

Necesitamos cogestión, conexión y cooperación para contrarrestar la violencia, el consumismo exacerbado y la intolerancia que vivimos de manera cotidiana; necesitamos una nueva red o tejido social que reconstruya la confianza y que apoye el trabajo escolar, y esto parte de categorías ejemplificantes de parte de los líderes políticos, empresarios, y de todo aquel que ocupe una cuota de poder, jefatura o pueda ser modelo de otro.

No esperemos magia de las escuelas ni actos ilusionistas de parte de los maestros: los primeros y principales pedagogos son los padres y madres; en la familia se educa, en la escuela se recibe y ordena la información; los principales valores, creencias y costumbres que conforman la base para construir un sistema de vida se fraguan en nuestros hogares y comunidades.

Educación y capital social

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