Las crisis las crean las personas, pero también son las personas quienes las solucionan. Lo mismo puede decirse de la violencia y de la paz; de la inseguridad y de la seguridad, del desorden y del orden, y de la escasez y la abundancia.
Escrito por Elena de Alfaro. 31 de Diciembre. Tomado de La Prensa Grafica.
Lo que El Salvador necesita para superar la crisis económica y social es que todos los salvadoreños colaboremos en la medida de nuestras posibilidades en construir una paz verdadera.
Todos estamos obligados a trabajar por una paz que sobrepase los debates políticos, que supere los cambios de gobierno, que anteponga al país por sobre los intereses particulares o de grupo, que descarte el uso de influencias dentro del gobierno para conseguir favores especiales, y que nos permita avanzar en la mejora de nuestra competitividad y en el crecimiento y el desarrollo que tanto necesitamos.
La paz y la prosperidad no se crean por decreto; tampoco la unidad de los salvadoreños y la voluntad de salir adelante de las crisis y las dificultades puede ser motivada por las leyes. Si queremos superar la crisis no debemos quedarnos sentados, de brazos cruzados, esperando que alguien más nos resuelva el problema o lamentándonos de nuestra mala suerte. ¡Cambiemos de actitud! Somos nosotros mismos los que con fe y confianza en Dios, estudiando, trabajando, cumpliendo con nuestras obligaciones y ayudándonos unos a otros lograremos lo que nos propongamos como nación.
Así como se construye una casa con el trabajo coordinado de profesionales y obreros en diferentes oficios, los salvadoreños que trabajamos deberíamos comenzar a unirnos en la gran tarea de reconstruir el tejido económico y social de nuestro país. El Salvador, dividido, nunca saldrá adelante.
El Salvador es un lindo país: su clima es excepcional, su pueblo valiente y muy trabajador, la gran mayoría es solidaria con el prójimo y comparte lo poco que tiene con los demás. Hay muchos que se han ido a trabajar fuera de nuestras fronteras, pero ayudan desde lejos, y viven soñando en regresar a su terruño querido con la esperanza de que sus aportes hayan contribuido a mejorar al país que tuvieron que dejar.
No esperemos que la clase política solucione las crisis. El fracaso de los políticos en esto es patente. A ellos les resulta más fácil hacer leyes que gobernar. La solución está en las manos de los empresarios, los trabajadores, los profesionales, los agricultores, los artesanos, y en cada uno de los salvadoreños que se esfuerzan por producir, comercializar, crear o servir a los demás de forma útil y honrada.
Además de la unidad nacional el país requiere un cambio de actitud, un cambio de espíritu, una nueva mística. Si no nos gustan los corruptos, no demos mordidas; si no nos gusta el contrabando, no compremos cosas robadas. Como dijo León Tolstoi: “No hagas mal, y el mal no existirá”.
Adelante, salvadoreños, recuperemos el ánimo y la mística que nos hizo famosos como el pueblo más laborioso de Centroamérica; en 2010 unámonos y escribamos una historia positiva sobre El Salvador y sobre nosotros mismos; ayudemos a disminuir la violencia desde nuestros hogares; desde las escuelas; desde nuestros centros de trabajo. Aprendamos a cumplir con nuestras obligaciones legales, pero también a exigir a las autoridades a hacer lo suyo.
Dentro de pocas horas comenzaremos a vivir un nuevo año, 2010. Dejemos atrás 2009, un año saturado de discusiones políticas; un año de crisis económica y de pérdida de millares de empleos; un año en el que, por falta de un plan articulado, los índices de inseguridad ciudadana rebasaron la paciencia de una población amedrentada por tanta violencia.
Como dijo Albert Einstein: “No pretendamos que las cosas cambien, si seguimos haciendo lo mismo”. Si queremos que El Salvador cambie para mejorar, cambiemos nosotros primero. La grandeza de un país es la suma de la grandeza de sus habitantes. El Salvador somos todos.
Por supuesto que si pero esa iniciativa debe de venir de las capas sociales que tienen el tiempo y los recursos para hcerlo. Esa iniciativa y nuevas ideas en la misma direccion deben venir( al menos al inicio) de la clase medias, en las instituciones sociales, religiosas y politicas, en el frente, en arena, iglesia, medios de comunicacion,artistas, ONGs, organizaciones de beneficiencia etc etc. Esto no puede venir ( por ahora)de las capas mas golpeadas y descompuestas.
ResponderEliminarCuando yo me veo al espejo de la consciencia, en uno de esos momentos privilegiados en el cual la imagen no sufre alteraciones, no me reconozco en los clichés que me asimilan a un pueblo bueno, trabajador, generoso, justo y otros adjetivos del mismo género. No que me vea malo, perezoso, mezquino, injusto, mentiroso, etc. No, me veo ambigüo, ambivalente. Me veo capaz de lo uno y lo otro, de hacer bien y de hacer mal, capaz de violencia y de dulzura, de lo mejor y de lo peor. Sospecho que en nuestros momentos de verdad, cada uno de nosotros se ve así.
ResponderEliminarSi admitimos que lo anterior es la norma, sin alarma ni escándalo, me parece que tenemos ahí la posibilidad de reconsiderar las condiciones de una conducta individual autónoma, libre y responsable, y de una conducta colectiva democrática, tolerante y eficaz.
La madurez psicológica de los individuos y la madurez política de los ciudadanos requiere tiempo y aplicación, es decir experiencia. En particular me parece altamente recomendable, ejercitarse en el uso ad hoc de la crítica, propia y ajena, cuidando que los prejuicios no entorpezcan nuestra capacidad de examen y reflexion y menos aún que el insulto se haga valer por argumento.
Los polícos, las leyes, los gobiernos, son necesarios, la conducta de los unos y los efectos de los otros dependen de muchas cosas pero sobretodo de la calidad de los ciudadanos.
Pregunta finale: pueden los salvadoreños elaborar, con la participación de todos los sectores sociales, un proyecto audaz e innovador de sociedad democrática que sirva de paradigma y contrapeso a las tentaciones utópicas, infantilizantes y autoritarias?