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2009/12/29

Contra Punto-Opaca presencia de Centroamérica en incierto Copenhague

Escrito por Ileana Gómez. 28 de Diciembre. Tomado de Contra Punto.

Centroamérica, sus estados y los representantes de la sociedad civil, no supieron mostrar una postura conjunta.

SAN SALVADOR - Casi todas las evaluaciones realizadas inmediatamente después de la Conferencia del Cambio Climático en Copenhague coinciden en calificarla de insuficiente o decepcionante en cuanto a sus resultados. La conferencia pretendía “llegar a un acuerdo global vinculante sobre el clima con el máximo de países posible y que contribuya a la reducción de los gases de efecto invernadero”, un objetivo incumplido ya que no existe formalmente un “Acuerdo de Copenhague” tal y como ha sido entendido por la institucionalidad de las Naciones Unidas, pues estos acuerdos se legitiman con la aprobación de los integrantes de la Asamblea. Copenhague terminó con una interesante confrontación, el  documento final, producido por una minoría de 28 países entre estos Estados Unidos, China e India,  fue rechazado por Cuba, Bolivia, Nicaragua, Venezuela y Sudán. El resultado es un texto donde los países “toman nota”  de una serie de acuerdos que no establecen compromisos vinculantes para la reducción de las emisiones.

Durante esta conferencia Centroamérica no tuvo una postura regional clara y visible. Al revisar los discursos de los representantes de los estados centroamericanos  (www.sica.int/ccad/) nos encontramos con posturas fragmentadas. Costa Rica se ufana de sus logros institucionales en medio ambiente que tienen que ver con las políticas para la conservación de bosques y recuperación de cobertura vegetal, aunque  se lamenta de haber tenido que financiarlos con sus propios recursos ya que estas estrategias no fueron incluidas en los mecanismos de desarrollo limpio. Nicaragua, Guatemala y El Salvador en cambio, exponen vehementemente la vulnerabilidad de su población frente a los eventos naturales, y tanto Guatemala como Nicaragua advierten que necesitan fondos diferentes de los que están ya destinados a programas de desarrollo. Nicaragua además se adhiere a la crítica de los países del ALBA sobre la responsabilidad del modelo capitalista de desarrollo en la crisis climática. Para el resto de Centroamérica esto parece ser todavía un tema incómodo.

La sociedad civil centroamericana también pasó desapercibida en Copenhague, no por falta de representantes sino porque no parece haber un proyecto integrador que permita, a diferencia del grupo africano, plantear conjuntamente nuestras preocupaciones y defender nuestros propios intereses. La opaca postura de nuestra región decepciona si tomamos en cuenta que desde el sur del mundo han aparecido refrescantes propuestas de cambio. Los países de bloque africano sorprendieron con su fuerte posición, intenso cabildeo y liderazgos reclamando el apoyo para la adaptación de sus sociedades a la catástrofe climática. Bolivia, en la voz de Evo Morales, exigió el reconocimiento de los derechos de la madre tierra, y defendió la “cultura de la vida” frente a la “cultura de la muerte” promovida por el modelo de desarrollo capitalista, principal responsable del cambio climático. Otros países de nuestro continente han ido más allá de las propuestas, Ecuador cuenta con la Iniciativa Yasuni-ITT que establece el compromiso de no explotar las reservas de petróleo del Parque Nacional Yasuni, una reserva de 298 mil hectáreas de bosque tropical, a cambio de recibir una retribución internacional y evitar los impactos sociales de la explotación petrolera que afectaría significativamente a los pueblos originarios.

Los países centroamericanos, sus estados y los representantes de la sociedad civil, no supieron mostrar una postura conjunta, ni expresar públicamente puntos de negociación críticos para la región, aun cuando la adaptación de nuestras comunidades al cambio climático es un tema impostergable porque esta en juego la vida y nuestra base de recursos para impulsar el desarrollo. Los recursos compartidos en Centroamérica son nuestra mayor riqueza. La cuenca del río Lempa, la más importante para la economía en El Salvador, se comparte con Honduras y Guatemala; la Selva Mosquitia es un territorio que cultural y ambientalmente comparten Nicaragua y Honduras; el Golfo de Fonseca es un recurso trinacional bajo la mira de inversiones internacionales y esto sólo por dar tres ejemplos.

Nuestra región tiene que abrir los ojos frente a los alcances de Copenhague y establecer una agenda con prioridades comunes. Hay dos puntos del texto final que tienen implicaciones inmediatas para la agenda regional de cambio climático. El punto 3 define como prioritaria la implementación de acciones para la adaptación y reducción de vulnerabilidades de los países de África y los pequeños estados insulares en desarrollo. Lo que parece dejar al margen de estas prioridades a las naciones de Centroamérica a pesar de los altos índices de vulnerabilidad de nuestros países frente a eventos naturales. Por otra parte, el punto 6 anima a promover la creación de mecanismos como REDD-plus, que busca reducir las emisiones  de carbono frenando la  deforestación y degradación forestal, promoviendo  la  función  de  la  conservación y  la  gestión  sostenible  de  los  bosques  en los países en desarrollo, para lo cual se establecerían  pagos o fondos compensatorios otorgados por el norte. Este tipo de mecanismos puede ser una oportunidad pero también un punto de confrontaciones. Costa Rica, en su discurso oficial en Copenhague, clama por consolidar REDD-plus, pero las poblaciones indígenas de la región, tienen serias reservas sobre estos mecanismos ya que ponen en juego las formas de uso y acceso al sus recursos vitales, los derechos de tenencia de la tierra y además desde la cosmovisión indígena los bosques no son objeto de negociación.

A pesar de que contamos con una institucionalidad regional para medio ambiente, políticas regionales en marcha, liderazgos y organizaciones de sociedad civil que funcionan regionalmente y que cuentan con fondos para articular las acciones centroamericanas en estos temas relevantes, a estas alturas no hay una política de región legítimamente compartida que se defienda públicamente en el escenario mundial, y no somos actores que incidan en la compleja trama de las negociaciones para combatir el cambio climático.¿Qué factores explican tal situación? Esta es una pregunta para la reflexión colectiva, tanto de los actores regionales, líderes hombres y mujeres, autoridades y comunidades en general. Porque los afectados seremos todos si no tomamos acciones diferentes en el camino a la próxima reunión de las partes en México en el 2010.

Opaca presencia de Centroamérica en incierto Copenhague

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