La efemérides del año 2009 nos deja la vivencia de una realidad que hemos experimentado en el campo político: el cambio del partido en el Gobierno. Este suceso es visto por muchos como un signo de madurez democrática que permite la alternancia pacífica en el poder, aunque para otros aun persisten las dudas sobre el rumbo que tomará el país.
Escrito por Rolando Marín. 31 de Diciembre. Tomado de La Prensa Grafica.
Quienes nos ocupamos del desarrollo de las personas y de las organizaciones ponemos énfasis en el manejo del cambio. Afirmamos que el crecimiento de los individuos y entidades depende de cómo se promueva y guíe el cambio. Solemos decir que un profesional o institución que no cambie continuamente ha comenzado a recorrer el sendero de su estancamiento.
El cambio fue la palabra mágica utilizada por el Frente para encantar a sus seguidores, amigos e indecisos, durante la campaña que puso al periodista Mauricio Funes al frente de Casa Presidencial. Palabra que nunca fue digerida ni comprendida por el partido ahora en oposición, que se ha propuesto un proceso de renovación, que debió haber iniciado hace rato.
Al cambio debemos enfrentarnos en cada momento de nuestra vida y de la forma en cómo lo manejemos, así serán los resultados posteriores. En algunos casos el cambio se presenta sin que lo busquemos. En otros casos, somos nosotros quienes lo provocamos. Lo cierto es que debemos estar preparados para enfrentarlo o promoverlo, ya que de ello depende nuestro futuro.
En medio de esta realidad de cambio que hemos experimentado tanto a escala mundial como nacional, quisiera ahora referirme a otro ámbito en donde también se requiere una transformación, de la cual se habla poco porque muchas veces no nos atrevemos a enfrentarla: el cambio personal. Ningún cambio será verdaderamente genuino y profundo si no lleva de fondo una renovación, un cambio individual.
¿De qué nos sirve promover la justicia si las actuaciones con nuestros más cercanos desdicen de lo que promulgamos? ¿Dónde queda nuestra honestidad si al proclamar la solidaridad nos olvidamos de las personas con quienes convivimos? ¿Cómo es posible que hablemos de ayudar a los más necesitados si en nuestras decisiones no nos importa afectar a nuestros dependientes y a sus familias? (Esto último trae a mi pensamiento lo mal que la estarán pasando todos los que han perdido su trabajo y con ello el sustento de su familia.) ¿Cómo le llamaríamos a quien actúa de forma totalmente contraria a lo que exige? ¿Qué tal si exigimos austeridad, pero no la aplicamos en nuestra vida? ¿Y si pedimos sencillez y humildad, pero actuamos con prepotencia y arrogancia?
Estas y otras preguntas nos pueden dar la pauta para reflexionar sobre los cambios personales y el esfuerzo necesario que debemos promover, para que nuestra transformación sirva de fundamento y dé credibilidad a nuestras acciones. Ningún cambio externo es verdadero si no va precedido por la renovación genuina de la persona.
Estoy seguro de que el año 2010, aurora de la nueva década, será un año de muchos retos, que requieren de un profundo cambio personal en cada uno de nosotros, sin el cual será imposible enfrentar los desafíos venideros.
Pidámosle a Dios que nos ilumine y nos dé la fuerza necesaria para llevar adelante la renovación personal que requiere nuestra vida, de tal forma que constituya el verdadero fundamento para hacerle frente a los cambios externos que se nos presentarán, teniendo en cuenta que solo con una transformación interior profunda, optimista, valiente y creativa podremos hacerle frente al futuro y particularmente al año 2010.
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