Escrito por José M. Tojeira. 22 de Diciembre. Tomado de Diario Co Latino.
La Navidad es ciertamente una fiesta religiosa. Tradicionalmente se la considera una fiesta familiar e íntima. Es la celebración tierna de una familia pobre que nos enriquece a todos. Despojada incluso de un lugar digno para nacer pero en la que abunda el amor. Y así debemos gozarla y celebrarla. Pero nuestra celebración quedaría incompleta si nos contemplamos también las dimensiones políticas del nacimiento de aquel a quien muchos llamamos Señor, dueño de la historia y de la creación.
El Nacimiento de Jesús, en las condiciones que lo recordamos y celebramos, es en primer lugar una crítica de la política, tal y como funciona. En el mundo todavía no se ha asimilado el hecho de que la salvación puede venir desde lo más pequeño y olvidado. Y por eso lo que no tiene peso económica, cultural, social o políticamente se margina, se excluye, o simplemente se elimina. Jesús de Nazareth, un niño de una familia sin importancia, no importa que nazca en un pequeño establo de animales.
Como sigue sin importar hoy que en África nazcan niños en medio de migraciones forzadas por guerras y masacres. Y eso para no hablar de quienes siguen naciendo simplemente en pobreza y carencia de medios básicos para sobrevivir. La vida, ese gran don y realidad común, no se protege suficientemente desde la política ni es en ella la primera prioridad. Pesan las vidas que tienen incidencia en la vida social, pero las vidas mas sencillas, vidas siempre valiosas y productivas, se dejan al margen.
Pero el Nacimiento de Jesús no es sólo crítica, sino sobre todo mensaje de esperanza. La vida siempre es más fuerte que la tendencia del ser humano a manipularla, golpearla u orillarla. Desde la óptica cristiana Dios está siempre de parte del ser humano, hombre o mujer, dando fuerza, resistencia, razón, esperanza, futuro.
Dando sentido a la existencia y añadiendo a la misma novedad. Si en el mundo en que vivimos el deseo y la pasión de poder, de dominar, de controlar y sentirse dueño de las cosas se convierte en la fiebre de muchos, el Nacimiento del Señor nos marca un camino distinto: El camino de la generosidad, de la felicidad del dar y del compartir, del hacerse todo a todos para convencernos de que la humanidad es una.
El Nacimiento y la Navidad nos hablan de la superación del mal, incluso asumiéndolo desde el bien y desde la defensa permanente del bien. Ese bien que no es otro que la defensa radical de la vida humana de todos y todas. Vida humana asumida como divina por el Niño insignificante, débil, vulnerable y marginado.
Cuando algunos hablan del fin de la historia en medio del devenir humano, hablan siempre y en definitiva, de dominio, violencia y poder. Pero el Nacimiento de Jesús nos habla de una historia permanente, que más allá de éxitos o fracasos, tiene una finalidad que se expresa en el servicio, la solidaridad, el amor, la sencillez y la ternura del día a día vivido con ilusión y esperanza.
Una historia que sólo termina cuando todos seamos uno en el que nos da vida y sentido.
Para El Salvador, un país pequeño y con afán de vivir intensamente su vida propia en el entorno internacional, el Nacimiento de Jesús nos dice que el camino tiene que ser de mayor diálogo, de mayor capacidad de enfrentar juntos nuestra propia verdad, la de ayer y la de hoy. No habrá desarrollo si no ponemos más racionalidad solidaria a nuestra convivencia social. Ni tendremos futuro pensando en futuros irreales que excluyan a otros desde la derecha o desde la izquierda. Este país pequeño, impotente por sí sólo si no acierta a unirse con toda Centroamérica, necesita derrochar socialmente la misma generosidad que uno a uno han mostrado tantos connacionales.
La esperanza migrante y amenazada de la sagrada familia la hemos asumido en nuestra propia carne migratoria individualmente. Lo mismo que hemos padecido las guerras y las cruces de los odios egoístas y enloquecidos que siguen crucificando a los nuevos rostros de Cristo en la historia.
Sólo algunas personas como Monseñor Romero y pocos más, han logrado unirnos como pueblo en unas mismas ansias generosamente sociales. El nacimiento de Jesús nos dice hoy que nuestras virtudes individuales tenemos que ponerlas a trabajar por todos y todas en este nuestro El Salvador. Y ponerlas a trabajar de tal manera que se conviertan en verdaderas fuerzas sociales, dialogantes, vivas, tolerantes y comprometidas radicalmente con la justicia.
Feliz Navidad y que esa fuerza permanente del Dios que viene en la impotencia y la ternura nos despierte una vez más y nos lance con mayor energía a la construcción de una sociedad distinta, más generosa y más justa.
Navidad | 22 de Diciembre de 2009 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad
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