Escrito por Helga Cuéllar-Marchelli.22 de Diciembre. Tomado de El Diario de Hoy.
Quiero creer que entre nosotros existe el sentimiento compartido de que la solidaridad, la tolerancia y el respeto, entre otros valores, deben ser el fundamento que rige la dinámica económica y social. No es casualidad que en el artículo uno de la Constitución de la República se declare que "El Salvador reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la actividad del Estado, que está organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y del bien común".
En la consolidación del estado nación, nuestra historia nos muestra varios altibajos en el camino, pero lo cierto es que pareciera que en el país ha prevalecido la voluntad de avanzar hacia una sociedad democrática y libre, así como el deseo de encontrar una ruta segura hacia el progreso. Deseo que esta voluntad persevere en los años futuros y sea uno de los lazos que nos unan.
Para Douglas North, premio Nobel en Economía (1993), el crecimiento económico y el desarrollo dependen tanto de los factores de producción (tierra, capital y trabajo) y la eficiencia en su uso, como del marco institucional formal y la herencia cultural de la sociedad. Las leyes, la Constitución de la República y otras normas creadas por el hombre, constituyen reglas formales que orientan la convivencia, los negocios y el funcionamiento de los mercados.
A éstas se suman las creencias y los valores que además de determinar la forma como las personas se conducen en la vida política, económica y social, le dan continuidad a una sociedad en el tiempo. De hecho, la cultura es la trasmisión de una generación a otra, a través del aprendizaje y la imitación, del conocimiento, los valores, las creencias y otros factores que influyen el comportamiento. Son estas restricciones formales e informales del comportamiento humano las que reducen la incertidumbre, disminuyen los costos de transacción, mejoran la eficiencia de los mercados y tienen un impacto en el desarrollo.
La cultura es un factor que puede contribuir a explicar las diferencias en el nivel de desarrollo económico y social de distintos países y regiones. Por ejemplo, aunque es difícil de probar empíricamente, algunos argumentan que el éxito de países como Japón, Singapur y China se debe, en parte, a su herencia cultural basada en el confusionismo, donde la sociedad y el Estado funcionan si se mantiene el orden, la jerarquía y las relaciones armoniosas entre el mercado y el Estado. Otros sostienen que las regiones que tienen una cultura emprendedora tienden a innovar y a crecer más rápidamente; sin embargo, a cada sociedad le corresponderá encontrar cómo aprovechar su historia, su identidad cultural y sus recursos económicos para ser próspera.
El Papa Benedicto XVI en su carta encíclica "La Caridad en la Verdad", nos invita a superar los problemas del desarrollo a través de una renovación cultural y el redescubrimiento de valores humanos mediante la verdadera comunión. También nos recuerda que "el desarrollo de los pueblos depende sobre todo de que se reconozcan como parte de una sola familia". Considerando esta perspectiva, es claro que la polarización ideológica que por años ha caracterizado a la sociedad salvadoreña, divide y dificulta la concreción de un proyecto de nación.
Superar la pobreza, eliminar la inequidad en el acceso a salud y educación, y aumentar la productividad económica, entre otros desafíos que enfrenta el país, requiere enfocarse en resolver estos problemas llevando a la práctica valores positivos.
Confieso que si me pidieran definir uno de los propósitos nacionales para el 2010, insistiría en que los salvadoreños debemos esforzarnos por construir una cultura para la prosperidad y el desarrollo.
elsalvador.com :.: Construyamos una cultura para la prosperidad
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