Editorial. 22 de Diciembre. Tomado de Diario Co Latino.
Recientemente se realizó la nueva elección de junta directiva del Sindicato del Instituto Salvadoreño del Seguro Social, en la que lo que más sobresalió fueron los zapatazos que un sindicalista le propició a otro, entre otros desmanes.
El sindicalismo es un derecho universal, y en el caso de El Salvador, está protegido por los convenios internacionales firmados y por la misma Constitución de la República, además, de una ley secundaria recogida en el Código de Trabajo.
Es decir, todo y toda salvadoreña tiene derecho a sindicarse, sobre la base que este tipo de organización, lucha para que sus afiliados en particular, y la clase trabajadora en general, reciban beneficios como salarios justos, condiciones laborales adecuadas a la dignidad humana y armonía laboral, entre otros.
Para que lo anterior se cumpla, los dirigentes y los afiliados de los sindicatos deben tener formación permanente. Formación en cuanto a los deberes y derechos de los y las sindicalistas, así como de las leyes relacionadas a su ámbito. También debería tener formación política, y porqué no, hasta ideológica, para que no se dejen manipular ni por los patrones ni por partidos políticos.
Lo anterior no quiere decir, que los sindicatos no puedan entablar negociaciones con las patronales, y llegar a consensos, o firmar pactos con partidos políticos en tiempos de campaña, si estos llevan en sus plataformas asuntos relacionados con la organización sindical y temas relacionados a los salarios mínimos o salarios justos, entre otros.
Los sindicatos no sólo tienen una secretaría de educación, sino que, además, deberían tener una escuela sindical, para que sus miembros y los no afiliados puedan recibir, de forma sistemática, capacitaciones o formación sindical.
Muchos de esos sindicatos, no todos por supuesto, no hacen la labor sindical para el crecimiento político-laboral de sus bases, ni mucho menos para el beneficio económico de todos y todas. Mas bien, utilizan el sindicato como trampolín para viajar, sin trasladar conocimiento de esos viajes a sus miembros o miembros. Conocemos de dirigentes sindicales que las reuniones las ocupan para contar de sus viajes, de lo que vivió, de lo que comió, de cómo se divirtió, pero nunca cuenta que aprendió, si creció en sus conocimientos de su participación en tal foro o reunión internacional.
Los dirigentes sindicales formados, con conciencia sindical, difícilmente se agarrarán a zapatazos en una Asamblea General, mucho menos en la elección de sus autoridades, pues, esa debería ser una verdadera fiesta de democracia laboral.
Los dirigentes y los que son amantes del sindicalismo, deben iniciar una lucha cívica para engrandecer la organización sindical, lo que exige terminar con el ganguerismo sindical que tanto daño está causado al movimiento obrero salvadoreño.
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