Pick-ups, mototaxis y libre competencia

Lo más sorprendente de un sistema de economía de mercado es que a simple vista no parece un sistema, sino un caos, donde cada quien hace lo que quiere, y lo que puede, para obtener un beneficio.

Escrito por Ivo Príamo Alvarenga. Miércoles 19 Agosto. Tomado de La Prensa Grafica.

Este sistema de sálvese quien pueda es el único capaz de llevar bienestar y libertad a la inmensa mayoría, provocando el desconcierto y la ira de quienes quisieran que una autoridad fuese la que determinase lo que cada uno debe producir y a quién puede beneficiar.

Una organización social basada en la regimentación del accionar individual para orientarlo al bien común ha podido subsistir sólo en pequeñas comunidades. Se ha discutido mucho sobre la llamada “Iglesia de Jerusalén” para la cual los ingresos y la satisfacción de necesidades se deben poner en manos de la colectividad.

Más acuerdo hay acerca del “comunismo” de los cristianos de las catacumbas quienes decían a los romanos: “Nosotros no tenemos en privado más que a nuestras mujeres; en cambio vosotros es lo único que tenéis en común”.

Es conocido el “Mir” de la Rusia medieval que tenía una organización colectivista, la cual según Max Weber no era una excepción al feudalismo, sino creación del señor para efectos de recaudación tributaria.

En efecto las entidades autosuficientes, la “massa”, eran frecuentes en el feudalismo europeo, especialmente alrededor de los monasterios.

En América se conocen las famosas comunidades de los jesuitas en Paraguay y las células del Imperio Inca retratados en “El Mundo es Ancho y Ajeno” de Ciro Alegría.

Podrían citarse muchos ejemplos más, pero siempre caeríamos en que la completa socialización sólo puede funcionar en pequeñas agrupaciones. Los intentos de hacer un Estado comunista llevaron a las espantosas tiranías del socialismo real del siglo XX y conducirán a sonados fracasos en el “socialismo del siglo XXI”.

El progreso en libertad exige que la iniciativa de los individuos sea protegida, sin más límites que el daño causado a la sociedad en conjunto. No que se resguarden los intereses económicos de tal o cual ciudadano, de tal o cual pequeño grupo, sino el bienestar colectivo.

Nuestro país en términos generales ha seguido la vía correcta. Se respeta la iniciativa particular; desde poner una cadena de tiendas o restaurantes, hasta rodar un carrito de hot dogs. Salvando los intereses generales mediante las medidas jurídico-institucionales de proteger al consumidor y la libre competencia.

Los pick-ups que transportan pasajeros y las mototaxis han surgido espontáneamente y proliferado, porque resuelven problemas de la generalidad. Que causen desmedro económico a tal o cual busero o microbusero no es motivo para prohibirlos. Ni siquiera si causaran un daño a todos los buseros o microbuseros, porque resuelven a la población problemas que los transportistas tradicionales no tienen posibilidad de resolver.

Las mototaxis son una manera efectiva de ayudar a la gente que no tiene automóvil. No son competencia desleal para buses y microbuses, porque su manera de servir al público es enteramente distinta.

Ciertamente cometen abusos al manejar imprudentemente o en otras formas. Pero si eso fuera un motivo para prohibirlos, habría que empezar por prohibir a los reyes del desorden, los buses y los microbuses.

Si la ley no los autoriza expresamente, tampoco los prohíbe. Pero si ese es el motivo para vedarlos, lo que conviene en un régimen de propiedad plural y de libertades es regularlos adecuadamente; y mientras tanto, dejarlos funcionando como hasta hoy.