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2009/08/25

Los héroes sospechosos (IV)

Con la caída del Che Guevara en 1967 entró en reflujo la lucha armada revolucionaria que ya se había iniciado en varios puntos de América Latina. Los comunistas que atacaron a Regis Debray, como una manera de contradecir al Che y a Fidel Castro sin mencionar sus nombres, vieron en ese hecho el acta de defunción de la opción guerrillera.

Escrito por Geovani Galeas. Martes 25 Agosto.

Pero Roque Dalton, hacia 1970 en su libro en defensa del filósofo francés, concluye lo siguiente: “Contra quienes dicen que la vía armada latinoamericana ha fracasado, nosotros insistimos en nuestra coincidencia con Debray en lo referente a que hoy es la lucha guerrillera lo que requiere el esfuerzo principal”.
Sin embargo, el alegato de Dalton no era solo un acto de adhesión a las ideas expuestas por Debray. En realidad, Dalton era parte de un pequeño grupo de especialistas que, junto al francés, habían trabajado, en Praga y en La Habana, en el registro y la sistematización de las ideas dispersas de Castro y del Che en función de una estrategia general para la revolución latinoamericana.

El mismo Debray reconoció desde la cárcel, en una carta enviada a los editores de Monthly Review, la naturaleza colectiva de su obra, asumiendo la decisiva colaboración de ese grupo en el que por cierto destacaba el guatemalteco Rolando Morán (fundador de las Fuerzas Armadas Rebeldes y del Ejército Guerrillero del Pueblo). Pero lo cierto es que los conocimientos del salvadoreño sobre el tema en cuestión iban mucho más allá que los del francés.

Eso queda claro cuando en su libro, luego de enumerar y defender los aciertos teóricos del texto Debrayano, Roque Dalton pasa al señalamiento de algunos errores y deficiencias interpretativas del mismo, sobre todo en referencia a un incorrecto manejo de conceptos político-militares estratégicos: relación operativa entre la guerrilla y la masa y entre la ciudad y el campo, autodefensa y propaganda armada, retaguardia y base guerrillera, entre otros.

En ese libro, el poeta se revela como un teórico de la guerra de guerrillas que conoce a fondo, porque evidentemente las ha estudiado en el terreno mismo, las experiencias de China, Vietnam, Corea, Cuba y la mayoría de los emprendimientos insurgentes latinoamericanos. Sin embargo, con todo y tono fraternal, el reclamo más enérgico que hace a su amigo Debray es haber realizado “una insuficiente crítica a los partidos comunistas”.

Ese Dalton, convencido de que “el castrismo es el leninismo hecho práctica”, y de que Fidel es el comandante en jefe de la revolución latinoamericana, es el que desde 1961 se había venido preparando, política y militarmente, para asumir en los hechos su destino revolucionario. La bohemia, que solo en ese sentido se presentaba como un lastre, era nada más una fase –la más conocida, celebrada y condenada– de su compleja personalidad.

No he encontrado hasta ahora ningún registro documental de cómo, dónde y cuándo se produjo la ruptura entre Dalton y Schafik Hándal, pero el contexto indica que fue dramática, en La Habana y a finales de 1969, luego de que Hándal comprometiera el apoyo de su partido a la guerra nacional contra Honduras. El Dalton que ingresó clandestinamente a El Salvador, el 24 de diciembre de 1973, para sumarse al Ejército Revolucionario del Pueblo, era pues un disidente del partido comunista salvadoreño.

Pero un disidente con un alto nivel de beligerancia, que no se guardó en el tintero ninguno de sus sarcásticos reclamos a sus antiguos camaradas, a quienes consideraba como oportunistas de derecha. Fue por entonces que el joven Dagoberto Gutiérrez comenzó a afilar sus armas teóricas en una saga ensayística titulada “Nuestra polémica con la ultraizquierda”. La palabra “traición” mientras tanto continuaba flotando, como una sombra trágica, en la enrarecida atmósfera de la izquierda.

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