Al haber arribado nuestro proceso al momento clave de la alternancia política, lo que nos toca a todos es impulsar con más voluntad y espíritu nacional la tarea de institucionalizarnos en todos los órdenes.
Escrito por Editorial. Miércoles 26 Agosto. Tomado de La Prensa Grafica.
A diario están saliendo a la luz casos diversos de falta de efectividad en el manejo de los asuntos públicos, y esa es una lacra que viene de muy lejos y que es imperativo enfrentar y corregir cuanto antes, no sólo para dar credibilidad al manejo de las instituciones sino para garantizar que los intereses ciudadanos queden debidamente asegurados. Ejemplos hay muchos, y basta con señalar algunos del momento: las tortuosas fallas en el tratamiento de casos de narcotráfico dentro de la PNC, como el ya emblemático de la banda Los Perrones; el permanente trastorno dentro del sistema carcelario nacional, que ha sobrepasado en mucho los insuficientes controles que ejercen las autoridades; y, en el plano político, la evidente desidia frente al cumplimiento estricto de los plazos constitucionales para decidir sobre funcionarios cuya elección exige mayoría calificada.
La única explicación al hecho de que esté pasando lo señalado, así como muchas otras situaciones semejantes o parecidas, es la debilidad endémica de nuestro aparato institucional. Y si el aparato no responde como se debe a sus atribuciones y a sus responsabilidades, una buena cantidad de las energías y recursos disponibles se van en tratar de poner remiendos de momento, que al final no sirven de nada, como se vio en el caso de las tristemente célebres “Manos Duras” contra la delincuencia. ¿Qué hacer, entonces? Una verdadera reingeniería ordenadora y modernizadora del aparato estatal, que es algo muy distinto a la poda improvisada vinculada a intereses políticos o a las iniciativas propias de funcionarios específicos.
TENEMOS QUE INSTITUCIONALIZARNOS
Si algo ha sido y sigue siendo un peligro real para el buen manejo de la “cosa pública” y para el cumplimiento responsable de los fines del Estado es la improvisación. Al no contar con una estructura institucional propia de un Estado moderno, fuimos cayendo en el repentismo y por consiguiente en la inseguridad. Si cada Gobierno que llega se cree autorizado para hacer cualquier cosa, no hay estabilidad sostenible. Al haber arribado nuestro proceso al momento clave de la alternancia política, lo que nos toca a todos es impulsar con más voluntad y espíritu nacional la tarea de institucionalizarnos en todos los órdenes.
Sólo la institucionalización le provee a la democracia las bases rodantes que necesita para avanzar en su proceso interminable. Por el momento, ni siquiera los partidos políticos, que constituyen, según la Constitución, “el único instrumento para el ejercicio de la representación del pueblo dentro del Gobierno”, son instituciones debidamente organizadas como tales. Y esta es una de las deudas pendientes que más cargan al proceso democrático en marcha.
El tema de la institucionalización viene estando cada vez más presente en los análisis sobre la realidad nacional, lo cual es un indicativo de que nuestro proceso realmente se mueve en la ruta adecuada. Y esta coyuntura, a la vez tan difícil y tan prometedora, debe servir de estímulo para seguir avanzando en la consolidación institucional de nuestro régimen de libertades, base insustituible de una verdadera democracia.
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