Para el Gobierno esta es una prueba de fuego. Cualquier medida errática en lo fiscal, en lo institucional o en lo social puede ser altamente desestabilizadora.
Escrito por Editorial. Martes 25 Agosto. Tomado de La Prensa Grafica.
La crisis nos afecta por todos los flancos, y esta es una realidad que hay que encarar, tanto desde la institucionalidad como desde la sociedad, con un grado de responsabilidad mucho más exigente que nunca. En las épocas de bonanza, todos quieren hacer fiesta; en las épocas de crisis, nadie puede darse el lujo de exponerse a ninguna extravagancia. La crisis demanda seriedad, realismo, efectividad y, sobre todo, inteligencia estratégica. La alternancia política se ha dado en el país en tiempos de crisis, y esto no sólo pone a prueba inmediata el desempeño de las nuevas autoridades, sino que prácticamente cierra los márgenes para cualquier aventura ideologizante.
Estamos, pues, en un momento en que dos cosas son indispensables e insoslayables: actuar con tino conforme a lo que exige la realidad y hacer que funcionen interactivamente todas las fuerzas nacionales. En esa línea debe ser tratado el problema de las graves dificultades económicas que enfrentamos como país y las posibilidades reales de estar preparados lo más pronto posible para iniciar la recuperación en cuanto las condiciones lo hagan factible.
Para el Gobierno esta es una prueba de fuego. Cualquier medida errática en lo fiscal, en lo institucional o en lo social puede ser altamente desestabilizadora. Todo debe ser debidamente medido y consensuado, de tal manera que ninguna medicina vaya a resultar peor que la enfermedad. Es tiempo para estrategas de mano fina y abierta, no para técnicos encerrados en sus cápsulas, ni mucho menos para políticos aferrados a fórmulas que pretendan sobreponerse a la realidad.
Recuperar el buen impulso
El estar agobiados por los impactos de la crisis puede producir impulsos inmediatistas que lejos de favorecer soluciones incrementen el riesgo de más problemas. Y en esto el que recibe siempre más presiones es el Gobierno, de cualquier signo que sea y en cualquier circunstancia propia que se encuentre. Por ejemplo, la gran complejidad fiscal puede ser mala consejera. Tocar la cuestión impositiva en tiempos de crisis siempre es altamente peligroso, porque por recoger un poco más se puede debilitar aún más la voluntad inversora, que es decisiva para la recuperación. Esto hay que tratarlo con pinzas, como todo lo fundamental.
Lo que importa en condiciones como las actuales es recuperar el buen impulso, y para ello se necesita una mezcla perfectamente dosificada de cautela y de audacia. Cautela para no agregar desajustes y audacia para incorporar activamente la innovación. Nada como la crisis para estimular la creatividad, siempre que se den los análisis, los diagnósticos y las decisiones precisas, oportunas y apropiadas. En otras palabras, que haya una política que parta de un entendimiento político y social en lo básico, y que se ponga en práctica más allá de los pequeños intereses y maniobras que a la política siempre le gusta poner por delante.
Este es un ejercicio que hay que hacer en distintos niveles, con la lógica expansiva de los círculos concéntricos. No es cuestión cupular, sino nacional.
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