Editorial. Agosto de 2009. Tomado de ContraPunto.
SAN SALVADOR – Sin duda el proceso histórico en El Salvador ha entrado a una ruta de cambio; es imposible el retorno a la antidemocracia.
Pero el cambio no lo debemos esperar sólo de los nuevos gobernantes. A ellos les toca una parte, el resto le toca a la ciudadanía activa, a la sociedad en general.
Hay en la actualidad, además de una grave crisis económica, una crisis de moral y de credibilidad. Después de la guerra civil, cuando todo el país estaba harto de la violencia bélica, se impuso una estructura o sistema de privilegios, muy sutil en su desarrollo y que duró 20 años.
Hoy esa estructura sutil y todo su andamiaje montado pretende achacarle la responsabilidad de todos los males vigentes al nuevo gobierno, cuando en realidad aún no se puede medir su verdadera capacidad y efectividad en tratar de enderezar el rumbo y realizar el cambio.
La gente desesperada duda tempranamente del cambio porque los problemas pesan y el agobio es mayúsculo. Pedir o tener paciencia no debe ser la tónica.
En el tema de la criminalidad la ciudadanía debe cambiar de actitud: no debemos esperar pasivamente que nos toque ser víctimas ni tirarle toda la responsabilidad al gobierno central.
En otros países la ciudadanía activa ha empujado a que en los temas de violencia, la gente empuje a los poderes locales en la realización de acciones que están encaminadas a recoger las armas en manos de civiles: Bogotá, Medellín y otras ciudades latinoamericanas lo han hecho. Los logros son palpables: Colombia es un país con menor tasa de homicidios que El Salvador, cuando la nación sudamericana sufre de conflicto bélico interno, grave narcotráfico y otras formas de crimen organizado.
¿Por qué si con 12 muertos en dos meses a causa de Gripe Porcina se piensa en estados de emergencia, no se piensa igual con los 12 o 14 homicidios diarios? ¿Por qué no hay ya en debate legislativo una propuesta de ley para desarmar a El Salvador?
¿Qué es lo que falta para romper con la inercia? En México miles de ciudadanos paralizaron el Distrito Federal en varias ocasiones para manifestarse en contra de la criminalidad. Esta debe ser una lucha por la vida y contra la muerte. Una lucha de la sobrevivencia y contra la impunidad, que desde nuestro punto de vista, es la madre de la vorágine de odio y muerte que envuelve a nuestra sociedad.
Impunidad, sin duda, que es hija del sistema de privilegios que el actual presidente de El Salvador se comprometió a eliminar.
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