Se trata de una “paciente impaciencia” que se ha otorgado a los nuevos gobernantes, un compás de espera.
Agosto 2009. Tomado de Contrapunto.
SAN SALVADOR – Se acercan los primeros 100 días del mandato del primer presidente de izquierda de El Salvador, Mauricio Funes, y será necesaria una reflexión bien equilibrada de lo que ha sido su gestión y la puesta en marcha de su promesa de cambio en este deprimido país centroamericano.
No son suficientes 100 días para cambiar algo en un país en el que toda su vida fue gobernado por élites derechistas, arbitrarias y retrógradas, pero podrían establecerse ciertas tendencias del nuevo rumbo.
Lo más impresionante que se puede apuntar es que el país "no se vino abajo", ni "los empresarios salieron des desbandada" cuando asumió Mauricio Funes, como pregonaban los sectores de ultraderecha, cuyos voceros fueron, más que los rectores de Arena, los medios de prensa tradicionales.
Esa apacibilidad, ese tránsito sin traumas, evidencia que la sociedad salvadoreña en su conjunto está en contra de quiebres que nos lleven a la violencia, inestabilidad e ingobernabilidad generalizada, pero también se trata de una “paciente impaciencia” que ha otorgado a los nuevos gobernantes, un compás de espera, mientras se organiza la “champa” y se prepara para cumplir con la justicia prometida.
La reorganización del Estado no ha sido fácil. Los perdedores dejaron una “herencia maldita” de desidia, corrupción e ineficiencia, contra la que combate la nueva gestión.
Por otra parte, Arena está pasando por un proceso de reestructuración, el cual ejecuta con el silencio cómplice de los grandes medios; pese a ello durante los últimos días nos damos cuenta que la reestructuración de la derecha está “al rojo vivo” y algunos pretenden romper la nave familiar.
En lo social, el pleito más significativo ha sido entre los sectores ambientalistas y el gobierno, especialmente a causa de la presa hidroeléctrica de “El Chaparral”. Finalmente el gobierno y el partido de gobierno cedieron ante quienes planificaron desde el pasado régimen la construcción de la cuestionada obra.
Pese a las discordias, incluso en el seno de la estructuras oficiales, el presidente Funes ya estableció posición. En realidad lo recomendable hubiera sido “un paro técnico” de la construcción, para hacer nuevas valoraciones y por qué no, nuevas negociaciones, que dejaran satisfechos a todos los involucrados. Eso era lo justo.
Por lo demás, aquella promesa urgente de bajar los costos de la vida, están esperando y apremian. La gasolina está –parafraseando a Lenin- bajando los precios una semana y subiendo las otras dos... Es decir, las subidas siempre ganan.
Otras cosas apremian también en derechos humanos, pero vamos a darle tiempo al tiempo. La sociedad civil ha demostrado que el gobierno puede ser su “amigo”; no obstanate, no le dará tregua a sus posibles “aguadencias” y le pasará la cuenta.
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