Carecer de vivienda propia es muy triste, pero más triste todavía es no tener trabajo, una ocupación que permita satisfacer las necesidades elementales
Editorial. Domingo 16 de Agosto. Tomado de El Diario de Hoy.
No hay invasiones espontáneas de tierras, ya que es imposible o al menos improbable que una masa de familias se ponga de acuerdo sobre lugar, día y hora para perpetrar una toma, sincronice sus movimientos y además se asiente en parcelas de manera ordenada, sin que dos de ellas disputen un mismo lote de tierra. Lo sucedido en la finca San Juan, de Cojutepeque, indica que hay fuerzas que están provocando el rompimiento del orden legal y sentando ejemplo para otras usurpaciones.
Tener un lugar para construir vivienda propia no está al alcance de todos. La vivienda propia suele ser el principal patrimonio de un individuo o una familia; hay quienes prefieren usar el dinero en otras cosas como hay otros que simplemente alquilan. Son muchos pobres y lo son sobre todo como consecuencia de la agresión armada y las reformas estructurales de los Ochenta. Pero violentar el derecho de otros, tomar por la fuerza lo ajeno, puede solucionar en forma pasajera las necesidades de unos cuantos, se trate de una decena o de centenares de personas, mas, casi de inmediato, genera reacciones que afectan la economía y agravan la pobreza.
Los invasores deben ser desalojados pronto, a menos que las autoridades estén preparadas para que el caso se repita hasta el punto en que ningún dueño de tierras, o de cualquier bien inmueble o mueble, se sienta protegido en sus derechos. Pero eso derrumbaría el orden jurídico del país, lo que generaría males peores que la falta de vivienda para determinados sectores poblacionales.
Lo primero que se debe considerar es que carecer de vivienda propia es muy triste, pero más triste todavía es no tener trabajo, una ocupación que permita satisfacer las necesidades elementales. En el campo, es importante anotar, hay dos clases de trabajo: el de subsistencia, que desarrolla cultivos y utiliza métodos y herramientas que nos llegan desde los primeros pobladores del Continente hace unos quince mil años, y el intensivo que requiere capital, administración, tecnología, mercadeo, medicina, etcétera.
Agricultura de subsistencia o intensiva
La agricultura de subsistencia no logra sostener más que a unas cuantas personas sin dejar producción adicional para otros (los habitantes de las ciudades, que son cada vez más en proporción a los campesinos); la intensiva es más eficiente y además de sostener a las personas que intervienen, genera riqueza adicional para los emprendedores y para las comunidades vía impuestos y actividad económica diversificada.
La agricultura intensiva --y eso no lo entendieron los duartistas cuando decretaron los robos masivos de tierras— demanda, para desarrollarse, seguridad jurídica, protección física, reglas claras, imparcialidad e igualdad ante la ley. Por definición, si alguien está expuesto a que bandas de irregulares invadan su propiedad, no va a invertir y poner en pie el aparataje que exigen los cultivos especializados.
Además no se puede pensar que habrá inseguridad en la campiña, invasiones, rapiña y cuatrerismo sin que eso, al corto plazo, también afecte las ciudades y con ello las fuentes de trabajo del poblador urbano. De hecho, grupos de delincuentes se han tomado por la fuerza en zonas de Soyapango y las ciudades aledañas, viviendas de familias de clase media sin que las autoridades procedan a fondo para desalojarlas y restablecer la tranquilidad.
La pregunta que hacemos al nuevo gobierno es hasta dónde llega su compromiso con el orden jurídico
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