Juan A. Valiente.03 de Noviembre. Tomado de El Diario de Hoy.
Siempre me ha parecido que muchos de nosotros no terminamos de entender qué significa contar con ingresos por debajo de la línea de pobreza. La política y la confrontación armada contribuyeron a estigmatizar los adjetivos pobre y rico. Ya en el país no se puede hablar de ellos sin riesgos de interpretaciones ideologizadas o antojadizas. Hasta la religión tuvo que enfrentar esos problemas y, a pesar de la solidez bíblica de la opción preferente de Jesús por los pobres, no se puede hablar mucho de los ricos sin que decidan mejor cambiar de parroquia.
También muchos de nosotros habremos recibido correos relativos a la pobreza y cómo es una bendición el convivir con la naturaleza; el no tener piscina, pero tener lagos y ríos; el no tener televisión, pero tener el canto de los pájaros; el no tener recursos, pero contar con los frutos de los árboles. Y al final de los mensajes cibernéticos se nos pregunta retóricamente quién será más pobre, si ellos o nosotros. ¡Por favor!
La pobreza puede tener la gran belleza, especialmente si uno la ha asumido voluntariamente, de lograr que uno no necesite nada. No se imaginan el grado de libertad personal que genera en el espíritu ese nivel de desapego de lo material. El voto de pobreza de muchos religiosos es tan poderoso precisamente por esa característica. Su espiritualidad se fortalece más allá de las preconcepciones mundanas sobre la felicidad, el éxito y la realización personal.
Obviamente hay valor en la pobreza. Pero cuando uno la enfrenta como una imposición histórica, no produce los mismos resultados. En términos de Naciones Unidas, la pobreza es la "condición humana que se caracteriza por la privación continua o crónica de los recursos, la capacidad, las opciones, la seguridad y el poder necesarios para disfrutar de un nivel de vida adecuado y de otros derechos civiles, culturales, económicos, políticos y sociales" (OMS, 2009). No ser pobre, en términos de este lenguaje condicionado por las mediciones y estándares de organismos internacionales, implica tener ingresos por encima de la línea de pobreza.
¿Y cuánto debe generar una familia para no ser pobre? Considerando que una familia promedio tenga cinco miembros, las que viven en extrema pobreza no llegan a tener ni tan siquiera $1 por persona por día para subsistir. NI UN DÓLAR. Y además normalmente tienen todas sus necesidades básicas insatisfechas: vivienda, servicio de aguas negras, acceso a agua potable y a servicios educativos. Sólo de los hogares urbanos hay por lo menos un 30% debajo de la línea de pobreza. Sin contar con los de pobreza relativa, son más de dos millones de personas.
Una tercera parte de nuestros compatriotas no logran generar ni un dólar por día para vivir. No digo que no puedan ser felices, pero como sociedad los otros cuatro millones dejamos mucho qué desear si creemos que eso está bien y que el gobierno como representante de la población no deba hacer más por lograr sacar a esas personas de la pobreza, por permitir que vayan desarrollando un mínimo nivel de acumulación de riqueza, que les permita invertir en su propio desarrollo.
Por eso, misiones como las de "Un Techo Para Mi País" son tan relevantes. Es trascendental el contribuir con estas familias para lograr que cuenten con una vivienda pequeña y humilde, pero digna, y que los proteja de mejor manera de las enfermedades y del medio ambiente.
En estas navidades tendremos nuevamente la oportunidad de darnos como país un regalo de 200 viviendas de emergencia. La semana pasada comenzó la campaña "Salvadoreños unidos cambiamos la vida de 200 familias en Navidad".
No te quedas fuera. En lugar de dar únicamente regalos, procura educar a tus amigos y familiares haciéndolos parte de este gran proyecto.
Regálales su contribución para que una familia pueda comenzar a soñar y vea renacer la esperanza en el seno de su hogar.
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