Ricardo Esmahan.30 de Noviembre. Tomado de El Diario de Hoy.
Cada año el clima nos está demostrando cambios cada vez más severos y adversos. La complejidad de las interrelaciones entre los cambios ambientales y la producción agrícola se están convirtiendo en uno de los temas de política pública más significativos, tanto en los países en desarrollo como los desarrollados. Las proyecciones señalan que el cambio climático regional y global modificará tanto la capacidad de producción de la agricultura, como su localización. La intensidad de la producción agrícola con tecnología puede contribuir favorablemente a un cambio ambiental. Existen cultivos que por sus características benefician el medio ambiente, en El Salvador, el parque cafetero es un buen ejemplo de esta contribución.
Según el estudio "La Economía del Cambio Climático en Centroamérica", presentado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), establece que el cambio climático es una seria amenaza para las sociedades centroamericanas por los múltiples impactos previstos en la población y en los sectores productivos. Destaca que Centroamérica produce una muy mínima parte de las emisiones con efecto invernadero mundiales, pero es una de las regiones más vulnerables a los embates del cambio climático. Los impactos económicos son significativos, a pesar de las incertidumbres por la interacción entre las variables económicas, las condiciones del clima y los aspectos sociales, políticos y culturales.
Las vulnerabilidades socioeconómicas de Centroamérica se agravan por su ubicación geoclimática, en un istmo estrecho que sirve de puente entre dos masas continentales, y entre dos sistemas oceánicos con sus correspondientes procesos climáticos. El cambio climático no puede ser tratado como responsabilidad exclusiva de las instituciones ambientales, sino como problema económico central y transversal que pueden acarrear serias implicaciones fiscales. La CEPAL recomienda, que desde la óptica económica, es más rentable actuar ahora que dejar el problema a las futuras generaciones.
Centroamérica es una región privilegiada en disponibilidad de agua, pero su distribución entre países, regiones y en las vertientes del Pacífico y del Atlántico es muy desigual, con grandes variaciones. Esta situación, relacionada con la precipitación, genera de forma alterna inundaciones y períodos de sequía severa. El Salvador no escapa de estas modificaciones del clima, siendo noticia nacional los atrasos del invierno causando estrés hídrico a cultivos de maíz y ansiedades a los agricultores del resultado de sus cosechas. El estudio destaca que El Salvador es el país con más estrés hídrico de la región.
Con el aumento de la población, la demanda de agua podría crecer casi 300% al año 2050 y más de1600% al 2100 en un escenario tendencial sin medidas de ahorro y sin cambio climático. Por años se han venido escuchando las crecientes demandas en países inmensos como India y China y los grandes impactos en los mercados agrícolas. Recientes acontecimientos sugieren que ya estamos sufriendo los embates de estos impactos.
Según el Internacional Food Policy Research Institute, uno de los hechos más críticos de estos fenómenos es que la agricultura consume un porcentaje importante del agua dulce extraída anualmente para diversos usos. Por su naturaleza y actividad la agricultura es un sector de los que más consume estas fuentes de agua y en algunos casos, también es de los principales responsables por el mayor desperdicio del vital líquido.
En tales circunstancias y teniendo en cuenta el acelerado proceso de urbanización propio del desarrollo, es poco probable que la agricultura pueda seguir con prácticas tradicionales y pretender competir exitosamente en el ámbito global. Todo va a depender de la tecnología, su generación y transferencia, enfocada al aumento de la producción y cultivos con resistencia a sequias. Por ejemplo, el uso de semillas y productos derivados de la biotecnología.
*Columnista de El Diario de Hoy. resmahan@hotmail.com
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