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2010/11/27

EDH-Afrontando las crisis con el auxilio divino

 Día de la Medalla Milagrosa Los enemigos de Dios y de la Iglesia no temen a nada… pero retroceden y se alejan de aquellos que llevan, devotamente, la medalla milagrosa

María A. de López Andreu.27 de Noviembre.Tomado de El Diario de Hoy.

 

Esta es una fecha muy especial: la celebración del Día de la Medalla Milagrosa. Y, precisamente porque estamos viviendo una época tan terriblemente difícil en nuestro país, es justo y necesario que elevemos la mirada a quien puede intervenir por nosotros para alcanzar el auxilio divino, que tanto necesitamos.

El 18 de julio de 1830, en la casa matriz de las Hermanas de la Caridad, situada en la calle Bac, en París, la novicia Catherine Labouré fue despertada por un pequeño niño que la conminó a dirigirse a la capilla. Allí, tras unos momentos de oración y espera, Catherine escuchó unos pasos. "Aquí está la Santísima Virgen", le anunció el niño.

La Virgen María se sentó en la silla del padre director del convento y, con Catherine a sus pies, tuvo con ella una larga revelación sobre la misión de fe que le sería encomendada.

Efectivamente, el 27 de noviembre de 1830, la Virgen se apareció de nuevo a Catherine: toda vestida de blanco, luciendo anillos destellantes en sus dedos, que irradiaban increíbles colores. Se fue formando un óvalo alrededor de la Virgen, mostrando la frase "Oh, María, concebida sin pecado, ruega por nosotros que acudimos a ti".

La Virgen solicitó a Catherine: "Haz acuñar una medalla según este modelo. Aquellos que la usen, recibirán abundantes gracias; algunas de las piedras preciosas que ves, no emiten ningún brillo; representan las gracias que la gente olvida solicitarme".

Repentinamente, la visión pareció voltearse y Catherine pudo ver el reverso de la medalla: la letra M sobre una cruz y, abajo, dos corazones: uno, coronado de espinas; el otro, atravesado por una espada. Y Catherine creyó escuchar una voz diciendo: "La M y los dos corazones, lo dicen todo".

En mayo de 1832, el Arzobispo de París autorizó que se acuñara y repartiera esta medalla, reportándose posteriormente una verdadera corriente de curaciones y, principalmente conversiones. Y esto fue tan notorio, que la gente comenzó a llamarla (y así se conoce, desde entonces) como "la medalla milagrosa".

A través de los años, se han documentado casos de protección milagrosa, atribuidos a la intercesión de María, bajo la advocación de Madre de la Gracia o Medalla Milagrosa. Familias, pueblos, iglesias preservadas en medio de acciones de guerra, que son un verdadero testimonio de la intervención divina. Y, aunque estos eventos impactan y fortalecen nuestra fe, los casos quizá de mayor importancia, son los que se refieren a cambios espirituales casi inconcebibles, de personas totalmente descreídas que se convierten, de otros que habían perdido la fe y la recuperan, de individuos que han llegado a las más terribles bajezas y se levantan, cambian y dedican sus días a reparar el mal que hubiesen realizado.

Se dice, incluso, que los enemigos de Dios y de la Iglesia no temen a nada… pero retroceden y se alejan de aquellos que llevan, devotamente, la medalla milagrosa.

Nuestro país necesita, más que ningún otro, del auxilio divino. Por eso, este día, recordemos que tenemos una intercesora que sólo espera que pidamos su ayuda, para acudir a socorrernos. Propaguemos la devoción a la Medalla Milagrosa y, acogiéndonos a Ella, esperemos confiados en que tendremos la inspiración para encontrar la salida a nuestros problemas, la fortaleza para aplicar las medidas necesarias y la fe para no desmayar en el camino. Así sea.

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