Mientras no pasemos del “qué” al “cómo” y al “cuándo” hacerlo, no abonaremos a la urgente necesidad del entendimiento y la desactivación de la disputa.
Escrito por Roberto Rubio-Fabián.29 de Noviembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
En una de las numerosas fábulas de Esopo, cuenta este que Hércules caminaba a lo largo de un estrecho camino, cuando de repente encontró un objeto que parecía una manzana e intentó aplastarlo. Al hacer esto, el objeto duplicó su tamaño. De nuevo Hércules lo aplastó con más fuerza, y el objeto siguió creciendo. Procedió entonces a golpearlo con su mazo, y el objeto aumentó a tal grado su tamaño que terminó bloqueando su camino. En ese momento, al inmovilizado Hércules se le apareció Atenea, quien le dijera: “Escucha, hermano, este objeto es el espíritu de la disputa y de la discordia; si se le deja tranquilo, permanece como estaba al principio; pero si se le toca, ¡mira cómo crece!”.
Desde hace algunos días hemos visto cómo ha venido creciendo la disputa verbal entre el presidente y un significativo sector de la empresa privada. Golpes de verbo que acrecientan la disputa y la discordia… que ponen más obstáculos a nuestro caminar hacia el desarrollo.
No tratamos acá de analizar quién tiene o no más razón en esa confrontación. Lo que pretendemos, además de señalar que esa disputa incrementada no conducirá a nada bueno, es analizar algunas de las causas que pueden explicar el porqué está ocurriendo; especialmente en uno de los momentos que más diálogo y entendimiento necesita el país para salir adelante de la crítica situación que enfrenta.
Más allá de posibles estrategias políticas que pudiera haber detrás de esa disputa, podemos traer a cuenta tres factores. En primer lugar, el cambio de gobierno trajo consigo un cambio en la relación simbiótica que existía anteriormente entre el gobierno e influyentes sectores del empresariado. Ahora la distancia entre ese sector empresarial y el Ejecutivo es significativa. La distancia se vuelve estridente con sectores empresariales que se aprovecharon/apropiaron del Estado y del gobierno para crear una economía de privilegios, desde la cual hicieron competencia desleal y fortuna. No cabe duda de que algunas medidas del gobierno han venido a, o pretenden, golpear tal economía de privilegios (lo que no desdice que nuevos sectores están pujando en el actual gobierno por crear su propia economía de privilegios).
En segundo lugar, un aspecto que contribuye a la disputa y la discordia es la falta de canales/espacios institucionalizados de diálogo y entendimiento a todos los niveles, especialmente ahora que la distancia gobierno-empresarios es relevante. La sociedad salvadoreña en general carece de “respiraderos” para dirimir adecuadamente sus confrontaciones; y por ello muchas de ellas tienden a ventilarse de manera mediática, tal como ha venido sucediendo con la disputa en cuestión.
El espacio más destacado que se tiene por el momento es el Consejo Económico y Social (CES). Pero este todavía es débil, carece por el momento de institucionalidad, adolece de fallas de origen, todavía no acaba de precisar su propia naturaleza, y no se le da el mismo nivel de importancia al interior de actores claves del gobierno. Sin embargo, es el único espacio de entendimiento que se tiene y hay que apostarle a su fortalecimiento.
En tercer lugar, la situación crítica que confronta la economía salvadoreña, y especialmente las finanzas públicas, ha colocado la altamente sensible problemática fiscal al centro del debate. Y valga señalar que una de las temáticas más complicadas y difíciles de entendimiento, por los intereses que están en juego, es justamente la fiscal. Entendimiento que se ve aún más complicado por la existencia de los dos factores antes mencionados, así como por la difícil situación económica por la que atraviesa el país.
Quizá por ello los llamados a la unidad nacional y al diálogo no pasan de ser justamente eso: simplemente llamados. Mientras tales exclamaciones no vayan acompañadas de propuestas precisas y concretas de diálogo y entendimiento seguiremos atrapados e inmovilizados en la disputa. Mientras no pasemos del “qué” al “cómo” y al “cuándo” hacerlo, no abonaremos a la urgente necesidad del entendimiento y la desactivación de la disputa. Por el bien del país, ojalá alguien “tire la primera piedra”.
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