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2010/11/27

LPG-Hay herencias de herencias

 Todos los gobiernos reciben herencias de sus antecesores, que incluyen aspectos positivos y negativos. El presidente Funes heredó un país con un índice de desarrollo humano aceptable (2.º en Centroamérica, según la ONU); con una red de carreteras y autopistas en excelente estado (85%); con una democracia incipiente, pero democracia al fin; con un ejército ajeno al llévame y tráeme de la política; con una captación fiscal deficitaria, aunque incrementada durante la administración previa; con un clima político de polarización excluyente; con una violenta embestida del crimen organizado; y, encima, con una crisis económica importada y sus dolorosas consecuencias.

Escrito por Sigfrido Munés.27 de Noviembre.Tomado de La Prensa Gráfica. 

Habrá que ver qué heredará el próximo gobierno y hasta dónde el país absorberá el endeudamiento acelerado y el tamaño del aparato burocrático, que aumentan en relación inversa al limitado crecimiento económico.

En cada cambio de administración el nuevo mandatario tendrá que hacer una exhaustiva revisión del país que le heredan, con todo lo bueno, lo malo y lo feo, para poder enderezar rumbos y entregar después un legado mejor.

Los hombres públicos —los políticos— dejan su herencia: sus obras, su ejemplo, su mensaje. Para incursionar en este campo se necesita tener propósitos superiores al interés personal. Quien carezca de ellos podrá obtener beneficios materiales, pero ningún reconocimiento histórico. ¿Es este tan importante? Sí, porque pasa a ser patrimonio de su país y motivo de satisfacción para sus conciudadanos.

Por otra parte, el que se mete a político debe saber aceptar que le lluevan más ataques públicos que elogios, porque sus mejores intenciones chocarán casi siempre con los intereses de los menos escrupulosos.

Acaba de desaparecer un político que tuvo una rara aceptación de parte de los “contrarios”. Cuentan que una vez, siendo diputado y mientras hablaba en la Asamblea, fue impactado por las flores naturales que le lanzaron algunas legisladoras para mortificarlo. Él las recogió, las besó y se las devolvió en un gesto pacificador. Este era su estilo para ganarse a sus oponentes.

Discutido como todo hombre público, el licenciado Julio Adolfo Rey Prendes murió recientemente en San Salvador a los 78 años y sus restos reposan en el Cementerio Santa Isabel de su nativa Santa Ana. El político, ex dirigente-alcalde-candidato-diputado-ministro, tiene amigos que le elogian y adversarios que le adjudican hasta pecados que no cometió. Pero, como él mismo decía: “El peor castigo que un político puede recibir es que lo ignoren”. Creo en la importancia de los mensajes que constituyen su herencia política y social, porque tienen vigencia hoy y la tendrán en el futuro.

Tanto para terminar con la violencia armada de 12 años en El Salvador, como para liquidar cualquier conflicto, sostuvo que la mejor fórmula de solución siempre será la pacífica y negociada. En aquellos años ochenta de exacerbada confrontación, los que rechazaban esta vía calificaban el diálogo como “plan subversivo” o como “movida contrainsurgente”, según sus respectivas visiones.

Fito Rey afirmaba que para facilitar el diálogo y obtener la paz se necesita entender claramente que ser adversario político no es lo mismo que ser enemigo personal; que debe haber siempre puentes de comunicación abiertos entre la gente de distintas tendencias; y que la confrontación permanente termina destruyendo a quienes la sostienen. Y hacía suya aquella expresión de Churchill:

“La democracia, con todos sus defectos, es el mejor sistema conocido y el que por su propia naturaleza es perfectible”.

Estas ideas constituyen una sana y útil herencia para los salvadoreños de todos los colores.

Hay herencias de herencias

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