Co Latino-Una Mujer A Fuego Lento | 29 de Noviembre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 Dagoberto Gutiérrez.30 de Noviembre. Tomado de Diario Co Latino.

Se conocieron hace más de 25 años cuando ambos estudiaban arquitectura, todo fue aparentemente casual porque Rosaura Aragón dejó olvidado su cuaderno de dibujo en el banco de su aula y al regresar a buscarlo, Pedro Linares lo hojeaba porque estaba sentado en el pupitre en el que Rosaura había recibido su clase. La muchacha se paró frente al muchacho. Espigada, de piernas largas y fuertes, de color blanco y de pelo castaño, parecía sonreír cuando le pidió el cuaderno y el joven, moreno y más bien tímido, quedó impresionado, desde la primera mirada, por la frescura, la elegancia y el atractivo de la muchacha.
Ahí empezó  todo y para ambos se abrió un mundo insospechado, ella se había casado dos años antes y él le dijo que eso no importaba y ahí empezó todo así como todo empieza todos los días. Se hicieron amantes, Ambos se graduaron y siguieron amándose, él se incorporó a misiones internacionales pero regresaba al país 4 veces al año y las 4 veces Rosaura era la mujer más feliz del mundo y Pedro era el dueño de esa felicidad.
Nació la primera hija de Rosaura y, entre una y otra visita de Pedro, nació la segunda, en realidad ella no quería tener otra hija, y por eso lloró varias semanas sin consuelo y con desesperanza. La muchacha fue capaz de construirse una vida paralela en la relación con su esposo porque al no depender de él ni económica, ni material ni espiritualmente,  mantenía el matrimonio por y para sus dos hijas. Siendo al mismo tiempo esposa y mujer de un hombre de la que no se sabía querida y al que sabía que no quería, mantenía una existencia llena de claros y oscuros, de tardes grises y amaneceres lluviosos hasta el momento en que el amante prolongado le anunció que renunciaba a los organismos internacionales y se establecía definitivamente en el país.
A estas alturas de la historia, Rosaura se había separado de su esposo, Pedro le exigió que se divorciara para contraer matrimonio con él; en realidad la mujer no necesitaba divorciarse pero tampoco necesitaba estar casada con alguien con el que ya no compartía ni techo, ni lecho ni mesa y además, en sus planes no aparecía la tentación de un nuevo matrimonio. Pero la idea le gusto. La  relación con Pedro Linares que venía de tiempos estudiantiles era parte de su vida, era irrenunciable, era agradable y no era permanente. 
La muchacha se dedicaba a la construcción en organismos internacionales, también trabajaba con concejos municipales, con centros comerciales y, tampoco necesitaba de Linares para hacer su vida; sin embargo, y casi sin pensarlo le aceptó la propuesta y entabló juicio de divorcio para casarse con el hasta ese momento, funcionario internacional. Tenía largos años de conocerlo y de tratarlo pero sólo era temporalmente y los amantes lo eran por temporadas, ahora, por el contrario, empezaron a compartir una vivienda, mientras preparaban el matrimonio porque éste dependía del divorcio de la muchacha. El era el amante perfecto y Rosaura dispuso dar todo por sus noches y sus tardes de amor.
La larga relación con Linares era secreta y solo la conocían ambos, pero una vez planteado el matrimonio debía de terminar la clandestinidad. En ese momento, la muchacha se dio cuenta que no estaba dispuesta, ni preparada, ni convocada para aparecer como la esposa de Pedro Linares pero ya era muy tarde, como un cuchillo cortante, Rosaura se dio cuenta que siendo el hombre perfecto como amante no era el hombre adecuado para hacer feliz a una mujer más allá de la cama.
Supo que era posesivo, que no admitía interferencias en su vida doméstica, supo que era amable, afable y hasta cariñoso en el trato pero como su punto de atracción; su trato personal no era precisamente el de un hombre afable capaz de escuchar, de comprender y de ayudar, supo la muchacha, con angustia, que estaba con alguien que imponía su voluntad y no admitía oposiciones pero ya era tarde. Cuando el divorcio llegó, el matrimonio llegó y la muchacha entró en una especie de remolino del que no sabía cómo salir, ni sabía, a ciencia cierta, cómo había penetrado en ese laberinto.
Se casaron en secreto, casi de manera clandestina ninguno de los dos invitó  a nadie excepto al notario y a los testigos de rigor.
Ella nunca presentó a su esposo ni a su familia ni a sus amigos ni a sus compañeros en la empresa constructora, nadie la felicitó por su matrimonio aunque de repente, y en medio de la polvareda de las construcciones, la mujer aparecía llorando, oprimida por la angustia de no saber cómo salir del  pantano en el que estaba atrapada.
Una noche el flamante esposo la lanzó al suelo de un furibundo puñetazo. Rosaura nunca había sido agredido en su vida y no supo que hacer, porque al día siguiente salía del país en un viaje de negocios de la empresa, buscaban un contrato para la construcción de una carretera en Guatemala.
Durante una semana pensó lo que tenía que hacer. A su regreso el esposo la esperaba en el aeropuerto. Amoroso, fraterno y meloso, esa noche compartieron la cama, él lleno de confianza y certeza y ella llena de miedo placer y duda. Al día siguiente salió para su trabajo como todos los días, muy alegre, muy confiado, bromeando con el esposo, éste la fue a dejar a la oficina y se despidieron con un beso. Por la tarde ella regresó por su vehículo sin ingresar a la casa a la que no regresaría nunca más, esa era su decisión.
El matrimonio había durado exactamente 30 días y la experiencia acumulada de la mujer era la de toda una vida. En un mes habían navegado todos los meses de la vida de una mujer sorprendida por la vida. Pese a todo, ciertas noches de luna. Rosaura siente que Pedro retoza en sus arterias. Se conmueve y abraza a su hija menor.

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