En este Día del Maestro, aparte de saludar con gran respeto y esperanza a los maestros y maestras de todo el país, queremos inducir a la reflexión sobre el rol del maestro, como modelador de conciencias, estructurador de intelectos y constructor de ciudadanía.
Escrito por Editorial.22 de Junio. Tomado de La Prensa Gráfica.
El 22 de junio es tradicionalmente el Día del Maestro. Como ocurre con otras fechas de alto relieve en el calendario conmemorativo del país, el Día del Maestro ha venido perdiendo brillo en el ambiente; y esta opacidad progresiva de nuestras fechas máximas está íntimamente vinculada con el deterioro en la práctica de los valores fundamentales para la sana y pacífica convivencia. Pero en el caso de los maestros, lo verdaderamente negativo para el sector, para el sistema educativo y para la sociedad en general es que, en los decenios recientes, ha habido una creciente desatención a temas tan vitales como la formación docente, la universalización y la territorialización de la calidad educativa, y la real dignificación de la profesión docente.
Ninguna sociedad se desarrolla de veras sin asegurar un adecuado cultivo del espíritu y del saber, en todos los niveles sociales y en todos los ámbitos territoriales. En el campo de la formación docente, el Estado debe retomar su responsabilidad al respecto, y aunque ya no sea viable reproducir tal cual el esquema de las Escuelas Normales, que fueron tan fructíferas en su momento, habría que estructurar un sistema formativo que descentralice el esfuerzo, garantice la calidad del mismo conforme a las necesidades actuales y sirva para asegurar que la educación sea el crisol del ciudadano del futuro.
Nada de esto es alcanzable sin una redefinición a fondo en dos puntos: cómo debe ser el salvadoreño de hoy y de mañana, y qué oportunidades debe ofrecer el sistema nacional para que ese ciudadano se autorrealice a plenitud. A partir de ahí habrá que reestructurar integralmente el orden educativo, cuyo factor vital es el maestro.
LA EDUCACIÓN DETERMINA EL PROGRESO
Las sociedades pacíficas y prósperas tienen en su base un esfuerzo educativo sustancial, que abarca toda la población. Esta es una verdad endosada por la experiencia, en todos los tiempos y en todas las latitudes. Nuestra sociedad ha venido cargando tantos desajustes y tantos problemas porque la educación nunca ha estado en la primera línea del compromiso nacional. La inversión educativa sigue siendo raquítica, en comparación con lo que tendría que ser para asegurar el progreso real y sostenido.
Y en tiempos recientes, además, se habla a cada paso de capacitación, que es un criterio superficial, cuando debería estarse hablando de formación, que es un concepto esencial. Pero en cualquier caso, lo que hay que volver a enfatizar dentro del sistema, para que éste sea lo que debe ser, es la función central del maestro. Es decir, el ser humano que enseña y que, sobre todo, motiva a aprender, que es lo que el verdadero maestro hizo ayer, hace hoy y hará mañana, cualesquiera sean los acervos científicos y los instrumentos tecnológicos que estén a su disposición.
En este Día del Maestro, aparte de saludar con gran respeto y esperanza a los maestros y maestras de todo el país, queremos inducir a la reflexión sobre el rol del maestro, como modelador de conciencias, estructurador de intelectos y constructor de ciudadanía. Si en el país no se recupera esa función en la trascendencia que tiene, todos los esfuerzos hacia el desarrollo seguirán marcados por la fragilidad y la insuficiencia.
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