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2010/06/26

EDH-Un antes y un después

 Eduardo Torres.26 de Junio. Tomado de El Diario de Hoy.

Existen en la vida hechos que, por el impacto causado, dejan huella -profunda huella--, ya sea a nivel individual o colectivo. Los hechos históricos, sólo para mencionar algunos del siglo anterior: la Primera y la Segunda Guerra Mundial; la llegada del hombre a la Luna; la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín han sido así considerados por la enorme trascendencia que cada uno de ellos tuvo en su momento y por los efectos en cuanto al desarrollo de la humanidad se refiere. En cuanto a lo individual, queda huella tras la pérdida de un familiar cercano; un revés económico, una grave enfermedad, ver salir a los hijos adelante -graduándose, contrayendo matrimonio-- y hay también hechos que conmocionan de manera directa sociedades enteras.

Ello fue lo que nos ocurrió este domingo 20 de junio de 2010. Con el grado de insensibilidad que de manera tan lamentable venimos como sociedad alcanzando en esta incontrolable escalada delincuencial que sufrimos, donde los muertos se vuelven frías estadísticas, como si no fuesen vidas humanas las que a diario se pierden, con familia, amigos, sueños y aspiraciones, un microbús del transporte público fue incendiado a primeras horas de la noche en el municipio de Mejicanos, con 31 almas a bordo. Los asesinos llegaron al extremo de dispararle a quienes intentaban salirse del infierno provocado. Dieciséis de las treinta y un víctimas han muerto, catorce esa noche y dos más en estos días subsiguientes, temiéndose lo peor para varias de las víctimas por la severidad de las quemaduras. La conmoción es generalizada.

La información sobre tan demencial acto, como es lógico, fluyó alrededor del mundo. Es un antes y un después porque la gente entendió, con horror, que ahora le puede tocar a cualquiera, a cualquier hora y en cualquier lugar. Preocupa que se le siga echando la culpa a los "20 años", cuando con tanta claridad lo dicen las investigaciones de opinión pública: la percepción ciudadana muestra que en el tema de la inseguridad, la situación va de mal en peor. Influye, ciertamente, que el fenómeno del crimen organizado sea un problema global y que las pandillas operen desde el Triángulo Norte de Centro América hasta ciertos estados de la Unión Americana. Y sea un problema en expansión hacia otros continentes.

Pero que puede y debe hacerse mucho, muchísimo más, no debería caber ningún tipo de duda. Lejos de estar en estado de negación deberíamos como salvadoreños, por el bien del país, ver la oportunidad en la crisis y apoyar todas las actividades que en el marco de la legalidad y el orden nos permita empezar a recuperar al menos parte de la tranquilidad perdida. La labor no le compete exclusivamente al gobierno. Nos compete a todos los que queremos vivir en paz y en armonía. Es decir, nos compete a la inmensa mayoría de salvadoreños. Las memoria de las víctimas de este 20 de junio de 2010 nos demanda un esfuerzo superior, como nación; sin colores partidarios de por medio, imperando el azul y blanco de nuestra bandera nacional. Si esta cruel, injusta y deleznable acción no toca hasta la médula de nuestra sociedad, ¿hasta dónde entonces habremos de llegar?

Vayan nuestros sentimientos de solidaridad y empatía hacia las familias de las víctimas, en esta hora de prueba para ellas y para nuestra amada nación salvadoreña. ¡Que Dios tenga a las víctimas en su seno!

elsalvador.com :.: Un antes y un después

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